Consejos de alguien que ya no está.
Mi padre, cuando lo necesito, aún me da sus consejos. Cierro los ojos y el aparece, en el lugar donde lo escuché recitar las palabras que me ayudarán. Es como si, siempre hubiese sabido lo que me pasaría.
Papá, tengo un problema. No puede ser, yo te enseñé que siempre debes ser chingón, me dice. Con confusión y un poco de enojo le contesto, no me dijiste como había que hacerlo, no se que me deparará. ¿Y Dios te lo ha dicho? Aún te falta unas cuantas batallas y aprender lo grande que es el mundo, no te puedo contar tu final, pero puedo comentar que ya he tenido mucho tiempo para planear tu vida, con el consentimiento de tu padre espiritual; desde que me fui, no tuviste que preocuparte ya por eso, menciona viéndome como si midiera mil metros.
Papá, tengo un problema, uno del que no me advertiste. Una mujer, de esas con las que siempre habrías querido hacer un harem. Juega con mi cabeza. Me repite en cada ocasión que puede, que no sería buena para mí. Pero por alguna razón, aún sigue ahí, alimentándose del lado derecho de mi cerebro, pintando, escribiendo, esculpiendo e inventando ritmos para bailar. ¿La amas? Pregunta el, haciéndose entender que ya no me dirá más por el mismo tema. No. Ya lo harás y me da un beso en la frente, su despedida. Gracias por no faltar hoy.