El conquistador de caminos.
EL CONQUISTADOR DE CAMINOS.
Hace mucho tiempo, en un recóndito lugar de un hermoso y rico país, donde todavía no funcionaba ningún medio de comunicación a distancia, nació un niño que tenía la facultad de crear música a su antojo. Desde pequeño, sus padres lo apoyaron para que aprendiese a tocar el violín y también el piano. Pero Musicarlos, que era como él se llamaba, alucinaba con unos sonidos que no lograba obtener de tales instrumentos. Al pasar el tiempo, siendo ya casi adulto, tuvo un hermoso sueño.
Se trataba de una conversación entre cuatro cuerdas de oro puro, que deseaban con toda pasión, producir la más bella música nunca percibida por algún ser humano. Ellas ansiaban llenar con coloridas notas, cada rincón de su país. Al conversar entre sí, se imaginaban abrazadas a un cuerpo hueco de madera, en el que podrían sonar a una sola voz, las melodías que ellas deseaban entonar y con las que con frecuencia Musicarlos igualmente soñaba.
Laura, la cuerda de mayor espesor, aseguró que podrían hacer un hermoso cuarteto, cuya armonía iba a ser capaz de cautivar a la persona más insensible. Con los animales no habría ningún problema. Más bien asegurarían un buen público, pues ellos gustaban de los bellos sonidos.
Regina estuvo de acuerdo con Laura, pero insistía en que necesitarían una linda caja acústica de madera, para que les reprodujera sus voces y les sirviera de escenario.
Fantasía agregó que ese cuerpo de madera debería tener una pasarela, a través de la cual ellas pudieran ser pulsadas y tañidas, logrando así bailar y cantar al mismo tiempo, arpegiando sus hermosas tesituras.
Sirena comentó que si se dividían los espacios de ese pasillo, ellas al ser llevadas por las manos de Musicarlos, podrían emitir muchas combinaciones de sonidos simultáneos, para el deleite del oyente. Así, iban a poder armonizar rítmicamente, bajo la imaginación y dirección del talentoso ejecutante.
A todas estas, el joven durmiente, queriendo entrar en la conversación de las cuerdas cantantes, respetuosamente interviene y les dice que lo que ellas planteaban era un bello proyecto, el cual debía llamarse “El Cuatro”, porque eran cuatro las voces que producían el sonido. ¡El Cuatro!, gritaron ellas simultáneamente y, de inmediato, aceptaron gustosamente la propuesta.
Más tarde, al despertarse Musicarlos, se sintió todavía conmovido y además muy contento, puesto que recordaba cada detalle de su reciente sueño. Estaba a punto de cumplirlo, pues se trataba del nacimiento del instrumento de cuerdas con el que anhelaba tocar bellas canciones, que serían apreciadas por todos. Se imaginaba a sus hermanos, sus padres y amigos, escuchándolo tocar el instrumento que él había bautizado con el nombre de Cuatro.
Decidido, se arregló y salió de su casa que quedaba al pie de una verde colina, rodeada de un jardín de hermosísimos colores. Antes de partir, se despidió de sus padres, quienes lo notaron muy contento. Se dirigió a la casa de Fabricio, un viejo artesano del pueblo que podía fabricar de todo. Le solicitaría ayuda para alcanzar su mayor sueño: poseer y tocar un instrumento musical que sonara tan bonito como él se lo imaginaba.
Una vez allí, el joven soñador empezó a contarle al viejo artesano lo que se proponía, diciéndole:
-Deseo que me ayudes a construir un instrumento parecido al violín, con cuatro cuerdas de oro, clavijas para afinarlas y una caja de madera que tenga divisiones en su brazo, que faciliten la ejecución con una mano. Con la otra, simplemente lo rasguearé para que emita combinaciones de sonidos simultáneos. ¡Ya me imagino qué tan bello va a sonar en mi cuatro, la música de mi país!”.
-Oye, le dice el artesano, espera. Puede que yo le haya construido un violín a tu tío Tocón, pero esto que me estás pidiendo es diferente. Vamos con calma. Necesito que me des más información sobre el instrumento, para que yo termine de entender tu idea.
Y así, sin proponérselo
siquiera, Fabricio se estaba convirtiendo en el primer diseñador y futuro fabricante
de cuatros de la región.
Después de que aclararon todas las dudas, se despidieron. Fabricio dedicó entonces varios días a diseñar el instrumento, buscando los materiales que le harían falta para su fabricación. Buscó en una rica mina, el oro que necesitaba para preparar las esbeltas cuerdas y estuvo día y noche moldeándolas y estirándolas, hasta que quedaron del largo y espesor adecuados. Finalmente, para darles vida y prodigiosa voz, las sumergió en el río Cantarín que pasaba muy cerca del pueblo. Como su torrente era mágico, las cuerdas fueron dotadas con una sonoridad extraordinaria.
Para hacer la caja sonora, al artesano se le ocurrió usar una vieja puerta que había guardado celosamente por años y que había sido, en época remota, la custodia del umbral de los sonidos del campo. Así no tendría que pedirle permiso al bosque gruñón, para obtener la madera que necesitaba.
Mientras que aquello acontecía, el joven músico continuó con sus prácticas de violín y piano, pues al hacerlo se le seguían ocurriendo brillantes ideas melódicas, que más adelante practicaría en el Cuatro. Por esos días, Musicarlos conversó bastante con los animales del bosque y también oyó cantar al viento soplón, al río Cantarín, a los pájaros mañaneros y, a lo lejos, escuchó igualmente a las cuatro vibrantes cuerdas, que ya estaban aclarando sus agradables voces.
El nuevo instrumento había tomado la forma deseada y el artesano prácticamente ya lo había terminado, pero no quiso pulirlo hasta no encordarlo, para que fuese primero examinado por el joven que lo encargó. Por lo tanto, lo mandó a llamar con el mensajero del pueblo, el loro Parlero.
Sin embargo, Musicarlos no pudo atender de inmediato el llamado de Fabricio, pues su hermano menor había enfermado y su padre lo mandó a buscar una medicina a otro pueblo que quedaba retirado. Como el recorrido lo hizo a pie, en varias ocasiones se entretuvo contemplando las flores del camino. Éstas, visiblemente emocionadas, le decían que él iba a hacer feliz a mucha gente, tocando y cantando sus canciones con el Cuatro que estaba a punto de estrenar. Como ellas tenían la facultad de adivinar el futuro, también le dijeron que al día siguiente, su hermano se sentiría mucho mejor de su dolencia.
A media tarde, el joven músico regresó a su hogar con el valioso encargo que le habían hecho. Afortunadamente su hermanito empezó a recuperarse al tomar la medicina y todos se tranquilizaron en casa. Aunque cansado por la larga caminata que dio, no quiso esperar hasta al día siguiente. Así que decidió entonces ir de inmediato al taller de Fabricio para probar el instrumento que había mandado a hacer. Tocó la puerta y hubo de esperarse un rato, ya que el viejo artesano estaba descansando, debido a las largas jornadas dedicadas a la elaboración del Cuatro.
Pronto se saludaron y pasaron al taller donde estaba el ansiado instrumento. Al verlo, el joven lo tomó entre sus manos y comprobó al instante que se asemejaba a una obra de arte y que había sido construido, tal como él lo había soñado. Con cuidado, empieza a afinarlo y a sentir que, efectivamente, el cuatro emitía sonidos dulces y alegres, dando tonos bien definidos. Con el orden de la afinación no tuvo inconveniente, ya que las cuerdas se habían identificado y presentado con sus nombres, durante la conversación en el sueño. Finalmente, dejó a Fabricio para que terminara de retocar el Cuatro y se retiró muy contento a descansar a su casa.
Días antes, por medio de algunos paisanos que habían viajado a otros lares, Musicarlos se enteró de que existía un instrumento parecido, de mayor tamaño y con más cuerdas que el Cuatro. Pero él no lo conocía y no quiso distraerse, ajustándose a lo que sabía y tenía: su sueño de cuatro cuerdas, el cual le pareció suficiente para expresar sus inquietudes y ocurrencias musicales.
Al día siguiente, después de haber probado su nuevo instrumento, dibujó un esquema del diapasón del cuatro y con la afinación de La, Re, Fa sostenido y Si, que le transmitieron las cuerdas de oro en el sueño, empezó a armar algunos acordes de los aprendidos en el piano y a marcarlos sobre el diagrama que preparó. Tres días después, recibió de nuevo la visita del loro Parlero, quien le informó al joven músico que ya su encargo estaba listo, por lo que de inmediato, éste se fue a la casa de Fabricio.
Después de negociar con el viejo artesano la forma de pago y de darle las gracias por la hechura del Cuatro, se fue con su radiante instrumento para su hogar. Les mostró a sus padres y hermanos la nueva adquisición y luego se fue a su cuarto a investigar lo de los acordes. Allí estuvo largas horas paseando sus dedos y descubriendo hermosas combinaciones de sonidos, en el diapasón del Cuatro.
Bastaron pocos meses, para que el que lo escuchara pulsar el instrumento, se sorprendiera de lo bello que sonaban esas nuevas melodías y canciones que Musicarlos sacaba e interpretaba con destreza en su Cuatro. La noticia se fue regando por toda la región y en corto tiempo, de todas partes empezaron a encargarle más cuatros a Fabricio, similares al que le había construido a Musicarlos.
Desde entonces, gracias a la visión y perseverancia del joven soñador, el Cuatro se fue convirtiendo en el instrumento preferido por todos los venezolanos, llegando a ser hoy, el símbolo que representa su patrimonio musical, herencia recibida de varias culturas.
Propiedad intelectual de Pablo R. Camacaro,
Carnet Sacven Nº 2635.
Trujillo, 18 de junio de 2016.