El encantador
En las mágicas tierras de Leare
Llena de seres singulares
Destacaba una pequeña criatura
Conocida como Singuek
De baja estatura, ojos verdes
Orejas puntiagudas, pecas
Pelo rojizo y eléctrico
Y vestido con trapos viejos
No se destacaba como guerrero
Ni como cantante
Mucho menos por su belleza
Sino por su don
Entregado por la dama blanca como pago
Este simpático pillo Obtiene el amor
De cualquier mujer
Con solo un soplido
Así iba de pueblo en pueblo
Buscando a las más bellas
Utilizando descaramente su talento
Hechizando doncellas y plebeyas
Solteras y casadas caían en su trampa
Nada le importaba a la criatura
Salvo salirse con la suya
Huyendo siempre de las enamoradas
A menudo solía robarse objetos de oro
Aumentando las ira de los caballeros
Quienes cabalgaban coléricos
Para inútilmente darle caza
El ruán se complacía de sus fechorías
Las seducía a todas
Pero se jactaba se ser inconquistable
Todo una alma libre
Hasta que fue a Lieer
Y vio a la más bella de todas
De la cual no puedo quitar su vista
Ni calmar su corazón
Sus ojos eran hipnóticos
Su pelo danzaba elegantemente en el viento
Sus curvas eran dignas de una diosa
Y su sonrisa podía desarmar al más fiero guerrero
Sin perder el tiempo
A saltos se le acercó
Ella lo miró con asombro
Mientras él le arrojaba una ligera brisa
Entonces intentó besarla
Pero recibió una cachetada
Atónito, pues nunca había fallado
Llenó sus pulmones de aire y largó un soplido mayor
Ella siguió indiferente
Y siguió con lo que estaba haciendo
Singuek se prometió que no se iría
Hasta lograr besarla
Durante un tiempo
La acompaño a todas partes
Haciendo todo lo que ella le pidiese
Tratando de complacerla
En una caminata, fueron asaltados
Por una pareja de bandidos
Él intentó protegerla
Pero fue golpeado
Al levantarse vio
Que el bandido amenazaba a la dama
Mientras su compañera se encargaba de vigilarlo
No podía hacer nada para rescatarla
Un golpe de astucia lo invadió
Se acercó despacio a su captora
Y le dirigió un lento susurro
Suficiente para enamorarla
Ella lo abrazó y besó
El malhechor los vio, enfadándose
Y quitando a Singuek, de las manos de su pareja
Desatando la furia de ella
Los dos maleantes comenzaron
A pelearse como animales
Mientras Singuek y la dama
Huían discretamente de allí
Cuando estuvieron a resguardo
Ella agradeció a su salvador
Dándole un dulce beso
Que él nunca olvidaría
Luego, se despidieron
Y el simpático ser
Emprendió de nuevo su travesía interminable
Buscando a la mujer más bella del mundo
Fin
Mariano Lena