El encantador

sa_149006792404

El encantador

En las mágicas tierras de Leare
Llena de seres singulares
Destacaba una pequeña criatura
Conocida como Singuek

De baja estatura, ojos verdes
Orejas puntiagudas, pecas
Pelo rojizo y eléctrico
Y vestido con trapos viejos

No se destacaba como guerrero
Ni como cantante
Mucho menos por su belleza
Sino por su don

Entregado por la dama blanca como pago
Este simpático pillo Obtiene el amor
De cualquier mujer
Con solo un soplido

Así iba de pueblo en pueblo
Buscando a las más bellas
Utilizando descaramente su talento
Hechizando doncellas y plebeyas

Solteras y casadas caían en su trampa
Nada le importaba a la criatura
Salvo salirse con la suya
Huyendo siempre de las enamoradas

A menudo solía robarse objetos de oro
Aumentando las ira de los caballeros
Quienes cabalgaban coléricos
Para inútilmente darle caza

El ruán se complacía de sus fechorías
Las seducía a todas
Pero se jactaba se ser inconquistable
Todo una alma libre

Hasta que fue a Lieer
Y vio a la más bella de todas
De la cual no puedo quitar su vista
Ni calmar su corazón

Sus ojos eran hipnóticos
Su pelo danzaba elegantemente en el viento
Sus curvas eran dignas de una diosa
Y su sonrisa podía desarmar al más fiero guerrero

Sin perder el tiempo
A saltos se le acercó
Ella lo miró con asombro
Mientras él le arrojaba una ligera brisa

Entonces intentó besarla
Pero recibió una cachetada
Atónito, pues nunca había fallado
Llenó sus pulmones de aire y largó un soplido mayor

Ella siguió indiferente
Y siguió con lo que estaba haciendo
Singuek se prometió que no se iría
Hasta lograr besarla

Durante un tiempo
La acompaño a todas partes
Haciendo todo lo que ella le pidiese
Tratando de complacerla

En una caminata, fueron asaltados
Por una pareja de bandidos
Él intentó protegerla
Pero fue golpeado

Al levantarse vio
Que el bandido amenazaba a la dama
Mientras su compañera se encargaba de vigilarlo
No podía hacer nada para rescatarla

Un golpe de astucia lo invadió
Se acercó despacio a su captora
Y le dirigió un lento susurro
Suficiente para enamorarla

Ella lo abrazó y besó
El malhechor los vio, enfadándose
Y quitando a Singuek, de las manos de su pareja
Desatando la furia de ella

Los dos maleantes comenzaron
A pelearse como animales
Mientras Singuek y la dama
Huían discretamente de allí

Cuando estuvieron a resguardo
Ella agradeció a su salvador
Dándole un dulce beso
Que él nunca olvidaría

Luego, se despidieron
Y el simpático ser
Emprendió de nuevo su travesía interminable
Buscando a la mujer más bella del mundo
                            Fin
                                                Mariano Lena



  • 0 Comentarios

    Dejar una respuesta

    Contacto

    info@scriboeditorial.com
    666 47 92 74

    Envío
    o de las

    Inicia Sesión

    o    

    ¿Ha olvidado sus datos?