El vuelo de la mandariposa
El vuelo de la mandariposa
Todos los días con el primer rayo de luz Kaori emprende su vuelo. No es cualquier vuelo, es un vuelo aromático, que perfuma la mañana en el país de los monstruos. Kaori es una hermosa y graciosa hada con alas de mandarina cuerpo de mariposa. Los monstruos la llaman la mandariposa. Desde que esta encantadora hada vive en el país de los monstruos, todas las mañanas son monstruosamente perfumadas. Los monstruos se despiertan monstruosamente felices, se despiertan monstruosamente contentos, se despiertan monstruosamente perfumados.
De tan contentos inventaron un verso:
¿A qué huele la mañana?
La mañana huele a viento,
la mañana huele a lluvia,
la mañana huele a ti,
huele a ti, mandariposa.
La alegría se esparce como burbuja. El único que no está feliz es Lucas, un travieso duende comecaramelos. El problema de Lucas es que cada mañana se despierta con un estornudo — ¨¡Achi!, ¡achi!, ¡achi!¨ —. Que poco a poco se va convirtiendo en gruñido — ¨!Gruoo!, ¡gruoo!, ¡gruoo!¨—. Su cara se tuerce, su nariz se hincha y sus ojos se irritan. El problema de Lucas es su alergia a los olores cítricos.
Un día, entre estornudo y estornudo, se sentó rabioso a esperar a Kaori. Al verla pasar le gritó:
—¡Vete de aquí!
Kaori sorprendida sobrevoló frente a Lucas.
—¡Buenos días por la mañana!
—Serán buenos para ti…para mí son… apes… ¡achis !…apes… ¡achis ! …tosos.
—¡Apestosos! – exclamó sorprendida Kaori–
Estornudo tras estornudo Lucas entró en carreras a su casa. Un gigantesco gritó se escuchó desde adentro:
—¡Hada malvada!, ¡Hada apestosa!, ¡No sabes el mal que causas!
Kaori voló preocupada. Al caer la noche, cansada de tanto vagar con su tristeza regresó a su casa. Desde ese día no quiso volver a salir. No quería causar daño a nadie.
Los días pasaron y el olor refrescante de las mañanas se esfumó. Nadie entendía la repentina desaparición de Kaori.
Los monstruos de tanta añoranza se inventaron un nuevo verso:
La mañana huele triste
La mañana huele ausente
Sin aroma y sin risas
La mañana se acaba de prisa.
Todos los monstruos se lamentan. Todos menos Lucas quien ríe de contento.
En el país de los humanos, Daniela se despertó recitando el verso que días atrás escuchó en boca de Bruno:
¿A qué huele la mañana?
La mañana huele a viento
la mañana huele a lluvia,
la mañana huele a ti,
huele a ti, mandariposa.
Curiosa Daniela se asomó a su ventana.
Respiró, respiró y respiró.
La mañana en su ciudad no olía a viento, ni a lluvia, mucho menos a mandariposa. Decidida a perfumar la mañana corrió tras el verso.
—¡Bruno! ¡Bruno! – Gritó frente a casa de su amigo al tiempo que tocaba la bocina de su triciclo.
Ante tal algarabía, Bruno salió espelucado y en ropa de casa.
— ¿Qué ocurre?
—¡busquemos a Kaori para que perfume mis mañanas!
Bruno dijo un tanto inquieto:
—Pero… hace días que nadie la ha visto.
—¿En serio? –preguntó Daniela preocupada.
—En serio –respondió Bruno.
—No importa. Vamos, la buscamos, y seguro la encontramos. –Daniela le picó el ojo a su amigo.
—Espera que me visto.
A los pocos minutos Bruno salió de casa y partieron en búsqueda del perfume de la mañana.
La primera parada fue en casa de la vecina. Al verlos La bruja Casilda dejó su huerta y se acercó a la puerta.
—¿En qué andan el aventurero y la aventurera?
—Vamos a buscar a Kaori para que perfume la mañana en el país de los humanos. ¿No la has visto de casualidad? — preguntó Bruno.
—No la he visto, pero si la ves dile que extraño el perfume de la mañana. —respondió la bruja Casilda.
Daniela y el Bruno prosiguieron su camino pedaleando y pedaleando hasta llegar a la casa del Monstruo de la Laguna Negra.
—¡Buen día Monstruo de la Laguna Negra! ¿No has visto por casualidad a Kaori?
El Monstruo de la Laguna Negra asomó su tenebrosa cara desde el lago.
—No, pero si la ves dile que extraño el perfume de la mañana.
Daniela y Bruno prosiguieron la búsqueda calle arriba, calle abajo. La noticia se corrió como pólvora: ¨El Monstruo Cometomate y su amiga buscan a Kaori para perfumar las mañanas humanas¨.
Cuando Lucas se enteró, de inmediato se preocupó. Debía evitar que Kaori volviera. Apresurado salió de su casa. Se sentó en el banco de la plaza mayor a esperar. Al verlos llegar se plantó frente al triciclo:
—¡Alto!
—¿Qué ocurre? – preguntó Daniela al detenerse frente a Lucas
—Acaba de pasar el Monstruo Huracán tengan cuidado.
—No vimos nada –respondió extrañado Bruno.
—¡Hola Bruno! Tiempo sin verte –dijo Lucas
—Tiempo si verte, Lucas – respondió Bruno.
—¿Y no me presentas a tu nueva amiga?
—Daniela, él es Lucas, el Duende Comecaramelos. Lucas y yo nos conocemos desde la guardería.
Lucas se acercó a Dani y se presentó con una reverencia.
—Mucho gusto señorita. ¿Y podría preguntar qué hacen por estos lares?
—Mucho gusto, señor duende —respondió Daniela y luego dijo— Vamos a buscar a Kaori.
—¡Qué casualidad! La acabo de ver pasar por allá.
Lucas señaló el camino que daba al polígono industrial en donde se encontraban la fábrica de disfraces, la fábrica de trucos y la peligrosa fábrica de las fobias y disgustos. Los monstruos tenían prohibido entrar allí sin autorización. En esa fabrica lo temores y las fobias se convierten en objetos gigantes o alguna otra cosa repugnante.
—¿Estás seguro? –preguntó dudando Bruno.
—Segurísimo –respondió Lucas.
—Pero no estamos autorizados a entrar allí sin permiso — replicó Bruno.
—¿Quién sabe?. Tal vez Kaori tiene permiso — respondió Lucas.
Daniela intervino en la conversación:
—Yo no soy una monstrua, seguro puedo ir sin problema.
—¡Claro! – dijo Lucas sonriente.
—Es cierto pero mejor te acompaño –dijo Bruno.
—¡Vamos, tenemos que encontrar a Kaori! – Exclamó con entusiasmo Daniela.
—¡Suerte y cuídense! – dijo Lucas al despedirse.
Daniela y Bruno entraron a la zona industrial. En un instante el suelo y el cielo se tornó color remolacha. Un olor a remolacha cocida llenó el espacio.
—¡Asco!… ¡Odio la remolacha!… ¡Es una trampa!… –dijo Bruno.
Al dar marcha atrás, una remolacha en forma de trompo se abalanzó sobre ellos. Daniela con mucha destreza esquivó el trompo-remolacha. Miles de tropos-remolacha se interpusieron en el camino. En medio del feroz ataque Daniela dijo en voz alta:
—A ti no te gusta la remolacha, pero a mí sí; yo me las podría comer sin problema.
En un tris tras las remolachas desaparecieron. A toda velocidad abandonaron el polígono industrial.
Daniela y Bruno se plantaron frente a la casa de Lucas muy disgustados.
—¡Lucas, Lucas, Lucas! – gritó Bruno.
Lucas se asomó por la ventana de su casa.
—¡Qué son esos gritos! ¡Respeten!
—Me tendiste una trampa, algo le hiciste a Kaori, ahora lo sé.
Bruno crecía de disgusto. Lucas salió de la casa y para sorpresa de ambos dijo la verdad.
—¿Qué yo le hice algo a esa tonta mandariposa?… ¿por qué no me preguntas que me hizo ella a mí?… Su olor me hace estornudar y no me deja respirar.
—¿No puedes respirar? – preguntó Daniela preocupada.
—No, no puedo respirar – respondió molesto Lucas –. Además no entiendo por qué todas las mañanas tienen que oler igual.
Bruno retomó su tamaño original. En silencio escucharon una a una las palabras del duende. Lucas tenía sus razones para estar enojado. Era injusto despertar cada mañana con un estornudo.
—La verdad es que se me revuelve el estómago sólo de pensar en una mañana con olor a remolacha. Mucho mejor una mañana con olor a tomate — dijo Bruno.
—¡Ummm!… o con olor a chocolate –dijo Daniela saboreando.
Lucas travieso saltó de emoción al pensar que su mañana podía oler a Caramelo.
—¡Ummm!… o con olor a caramelo… — un poco apenado continuó— Kaori debe estar en su casa. La última vez que la vi le dije que mejor no saliera nunca más.
Al escúchalo Daniela tuvo una idea:
—¡Vamos, que yo tengo la solución!
Entre chistes y risas partieron en búsqueda de Kaori.
A la mañana siguiente, Kaori emprendió de nuevo su vuelo aromático. Pero antes de pasar cerca de la casa de Lucas remojó sus alas en un río de caramelo siguiendo las indicaciones de Dani.
Esa mañana Lucas se levantó de buen humor. Se asomó a la ventana y muy feliz dijo:
—¡Ummm!… ¡qué bien huele esta mañana!
Bruno también se despertó de excelente humor por el olor a tomate recién cortado.
—¡Ummm!… ¡qué bien huele esta mañana!
Kaori sonriente voló al país de los humanos. Voló a vuelo gigante, a vuelo rasante, a vuelo danzante. Perfumó las calles, las casas, los edificios.
Esa mañana Dani se despertó con un olor a mandarina. Corrió a asomarse a la ventana y en un respiro exclamó:
—¡Ummm!… ¡qué bien huele esta mañana!