Evolución de los mercados
Este se va a enterar de lo que vale un peine, le decía a mi madre cuando yo llegaba mientras desayunaban en la cocina.
Déjalo, ya tendrá tiempo, contestaba siempre ella, y con una mirada elocuente me invitaba a ir a meter en la cama mis excesos. Ahora, que me he enterado del valor de los peines, y conozco a fondo las duras reglas del mercado, soy yo el que desayuna en la cocina o duerme entrecortado cuando los duendes de la casa salen de marcha. ¡Duérmete, papá! repiten con mi voz despreocupada de entonces.
Y yo les digo que sí. No menciono el valor de los peines. No lo comprenderían.