FOBIA…
La casona se venía abajo, era un hecho. Y Jenkins lo sabía…
Cuando acudió a la Inmobiliaria Craig and Craig, tuvo la certeza
de que a partir de ahora, todo iría mejor. Acababa de darse cuenta,
lo equivocado que estaba. Pero aún tenía Tomy, su tierno hijo de
cinco años, el retoño de amor que Mary le regaló antes de partir.
Los exámenes médicos al niño, no revelaban todavía patologías
similares a la madre. Quizás con el tiempo…Al menos eso creían
los médicos. Nada relativo a lo que le ocurrió a la madre, mejor
dicho, a las dolencias que la llevaron al suicidio. Por ahora Jenkins
podía estar tranquilo, su hijo era normal.Según la inmobiliaria, luego de la deducción de impuestos y
cuotas atrasadas de una hipoteca, aquella ruinosa finca, rodeada por
el parque de una hectárea, bastante descuidado también, era lo
único que podían ofrecerle a cambio. Una ganga que sólo necesitaba
algo de mantenimiento. Jenkins trabajaba medio día en un aserradero
cercasno y durante la tarde podía ocuparse de ponerla en
condiciones. el niño casi que no ocasionaba molestias, era muy
ensimismado y decía más con su mirada, que con su medio lenguaje.Ambos, luego de laa muerte de Mary, parecían entenderse mejor,
mucho mejor.Quizás aquella tristeza los había unido en una relación más
estrecha.
-Tenga cuidado con los pisos de madera…Son más frágiles que el
resto de la mampostería y por ende, necesitan más cuidado.- Le
recomendaron los vendedores de Craig and Craig.Nada más cierto. Desde que empezaron a entrar los muebles, hasta
las primeras caminatas con su niño por la casa, reconociéndola, las
maderas crujían, lamentándose. Deberían acostumbrarse. A Tomy le
causaba gracia el ruido.
La primera noche, Jenkins no pudo dormir.Se sentó en la galería del frente, sobre los escalones y
mientras saboreaba un cigarrillo, se dedicó a onservar detenidamente
el parque que se extendía a su alrededor. -Muchas malezas que
cortar…- Pensó- Y muchos árboles para podar. Habrá buena leña
este invierno…-El pequeño,mientras tanto, descansaba en la primera habitación,
a la izquierda del descanso, en la planta alta, justo dónde
terminaba el tramo de la escalera. Su padre le había dispuesto sus
juguetes, almohadones y su pequeña cama roja, de la mejor manera.Unas arañitas flacas y patonas, se deslizaron rápidas por la
cabecera y rozaron su rostro dormido. Pareció no darse cuenta. Estas
siguieron su rumbo hacia abajo, al hueco del piso, al lado de la mesa
de luz. Desde allí, unos diminutos ojos brillantes, lo observaban,
curiosos. El roce de la puerta al abrirse, hizo que aquel extraño
bulto oscuro se alejara, hasta perderse entre clavos y remaches
viejos, muy viejos…
-Claro que la casa se puede arreglar, pero te aconsejo que la
acomodes un poco y luego te deshagas de ella. Con el dinero que te
den, adquiere un terreno aquí cerca y constrúyete algo nuevo, más
adecuado para tí…y tu hijo.- Así lo aconsejaba Tom, el dueño
del almacén, en la calle Roig, frente a la inmobiliaria. -Ahh…y
trata de fumigarla. Dicen que hay por allí, ciertos insectos y
alimañas peligrosas. Ten cuidado con Tomy…- Finalizó.Sabía que la casa necesitaba todo eso y mucho más, pero no le
prestó atención a la advertencia. Hasta que el niño se lo recordó
aquella mañana. -Papá…hay arañas en mi cama…muchas.-
Primero se lo tomó a risa, pero sin embargo, fué a verificar,
revisó palmo palmo la habitación del niño y aunque no hiciese
falta, pues los agujeros en el piso eran muy evidentes, dedujo que
por allí entraban y salían. Escondidas entre la humedad y el
aserrín.Dirijió el haz de luz de su linterna y alcanzó a divisar cómo,
dos ó tres, pequeñas, pero regordetas, huían lentamente. Fué
entonces que oyó además…Un roce, un siseo. Cómo si algo se
apretase a las maderas y se deslizara por debajo.
Ese sonido lo puso incómodo.Golpeó las tablas con su pié de gruesas botas. El roce se fué
alejando. Al menos eso pareció sentir. Los vellos de sus brazos
se…erizaron.Estuvo unos minutos a la espera de ver escapar algunas arañitas
más, pero nada. Silencio. uncuadro con dibujos de Tomy, explotó
contra el suelo, cayendo desde la pared. Se acercó al agujero dejado
por el clavo…algo brillante, maligno, lo observaba. retrocedió un
paso, enfocó con la luz aquel ínfimo círculo en la mampostería
descascarada.
-No puede ser…- Pensó.- Estoy imaginando cosas.- Se sonrió.
Apagó la linterna y salió.
El siseo comenzó entonces a arrastrarse hacia el techo. Jenkins
no lo oyó ahora. Bajaba apresurado la escalera, Tomy lo esperaba.
-¿Las viste papá…No irán a picarme, verdad?-
En sus ojos se dibujó la duda, el niño pareció no darse
cuenta.(Ojalá no se diese cuenta…) Así pasaron los días y las noches. Tomy insistía conque veía
arañas por todas partes, por paredes y pisos. Incluso mostró a su
padre, unas extrañas marcas en la piel de su cuello y hombros.
-Me arde…papá- Llorizqueaba. Jenkins comenzó a desesperarse.
Una tarde, dejó al niño con el Dr. Fuller, aquel que había
atendido a su esposa hasta minutos antes de su muerte. Le explicó
resumidamente lo que ocurría y resuelto, volvió a la casona solo.
El facultativo, en sucesivas charlas anteriores con el niño, creyó
descubrir cierta tendencia a una fobia por los arácnidos. Era muy
pequeño,pero en vista de lo ocurrido a la madre.
-Voy a fumigar…Si no logro exterminarlas, le prenderé fuego a
la casa. Malditas…¡- Se juró a sí mismo. Fué una ardua tarea.
La Inmobiliaria incluso le envió el veneno gratis y dos ayudantes.
Dejaron pasar un día y medio, cuando volvieron con el niño aquella
tarde, éste se detuvo al pié de la escalera hacia la planta alta. -¿Se han ido…pá, seguro…?- Preguntó compungido y temeroso,
sin soltar la mano de su padre y observando a su alrededor. Jenkins
lo abrazó y subió lentamente con él en los hombros, riendo y
tratando de mostrarse tranquilo. las maderas crujían aún…Pero
Tomy ya no reía como antes.
-Quédate esta noche conmigo…- Suplicó.
Un leve olor a humedad, flotaba en el ambiente. Jenkins creyó
oir otra vez un roce, algo que palpitaba bajo el piso, dentro de las
paredes, en el techo. Una furia retenida…Esperando. Con la luz encendida, se acomodó a los pies de la cama hasta que
Tomy se durmió. afuera el viento soplaba y sacudía el tejado. Los
vidrios se estremecían. La casa esperaba.
Tuvo sueños extraños.
Mary gritando asustada, encerrada en una habitación parecida a
esta. Los alaridos iban disminuyendo y las pequeñas arañitas subían
y bajan por su rostro, por sus ojos desmesuradamente abiertos.
Incluso algunas asomaban a su nariz…El grito fué suyo entonces.
Despertó aterrado. Sudoroso. Temblando.
-Qué raro Tomy no se despertó…Dios. Es horrible…-Pensó para
sí mismo. Arropó al pequeño que seguía plácidamente dormido, respirando
suavemente incluso. Acomodó un mechón de su negro cabello y besó
su encendida mejilla. Quizás despertase con algo de fiebre…Calzó
sus pantuflas y bajó con cuidado hasta la cocina, su garganta estaba
seca. Se orientó despacio en la penumbra, intentando no tropezar.
Ello lo salvó de ver el cúmulo de arañitas blancas, rojas y negras
que formaban una pequeña marea bajo la cama y se movían
alrededor…esperando.
“En
1.758, Sigmund Holt construyó la casa Holt para su hija, Agnes,
quién había nacido ciega.
Su esposa,Fulvia, murió en el parto. En aquella mansión, la
niña,dicen, caminaba y se orientaba, gracias a su finísimo oído y
de acuerdo al diario dejado por ella misma, escrito en braile,
contaba que le encantaba jugar con arañas.
Sigmund fué hallado muerto en el desván, una mañana, por la
sirvienta, Clara Mershaw, una señora que se hallaba a las órdenes
de la familia desde hacía casi quince años. Ella le contó a las
autoridades locales, lo siguiente: El cadáver de mi patrón estaba
inclinado sobre su propio escritorio, sentado a su sillón
favorito…Creí que se había dormido…al intentar
moverlo…¡¡Ohh!! Lo siento…es asqueroso recordarlo…Unas arañas
negras y peludas, salieron como vomitadas por su boca…Por favor,
créanme…No me pregunten más…por favor¡¡- Los médicos
comprobaron que efectivamente, había muerto a raíz de múltiples
picaduras venenosas. Trataron de no hacerlo público, por lo morboso
del hecho, más aún teniendo en cuenta, el sufrimiento de la nena,
quién, a partir de entonces, se sumió en un autismo severo.
Megan Flinn, una asistente social del municipio local, se quedó
una semana al cuidado de la niña en la casona, mientras la justicia
dilucidaba qué hacer con ella ya que no tenía parientes cercanos.
Lo curioso de todo esto, es que una noche, la penúltima antes del
plazo de la ley para disponer de Agnes y mientras Megan dormía…la
niña desapareció. Desesperación, desconcierto, asombro. Tanto del
público común, como de las autoridades.
¿Cómo una niña ciega, podría desaparecer así, sin más, en
la noche?
Se registraron todos los lugares posibles. El parque, el
sótano, el altillo, los alrededores…Se investigó un posible
secuestro, se puso a la misma asistente bajo sospecha de un posible
asesinato.
Se elaboraron muchas y variadas conjeturas. Algunas realmente
disparatadas…
A pesar de sus dificultades visuales y en el medio de la noche
y cientos de obstáculos para avanzar en el exterior de la casa,
Agnes, se fué. Los niños, en aquella época, tenían prohibido
acercarse al lugar ó ingresar a la casa. Sus padres los asustaban
con la leyenda de la niña habitando todavía allí, escondida
quizás, junto a sus adoradas arañitas…”
-Y esto es lo que yo sé, Jenkins,sobre tu mansión…- Terminó
de relatar Tom. El desolado padre lo miró con los ojos adormilados y
llorosos. Su cabello estaba enmarañado, su camisa arrugada. Una
incipiente barba le enmarcaba el rostro.Temblaba.
-¿Tratas de decirme que Tomy podría…desaparecer, como la niña
Agnes?- Preguntó Jenkins.
-Sólo te cuento los hechos…Vete de la casa si puedes.- Casi le
rogó Tom, quién parecía no haberle revelado ni la mitad de la
oscura historia de la casa Holt.Tom arrojó la colilla de su cigarrillo hacia la noche. Ésta
brilló unos segundos en el aire y se apagó. La parábola sorprendió
a Jenkins, pero su mente mientras tanto, estaba con su niño, dormido
en el cuarto. Ninguno oyó el roce de algo pesado, lento y
maloliente, reptando bajo las maderas del piso superior. Tom se
despedía en el porche y veía entrar a Jenkins y cerrar la puerta
del frente. Quedó allí unos segundos y sus ojos recorrieron la
fachada de la casa, que parecía respirar, destilando miedo…
Los alaridos de Jenkins, un minuto después, lo
sacudieron…impulsándolo a subir a la carrera, en su auxilio.
Cuando llegó a la planta alta, el aterrado padre, gritaba y gemía,
arrodillado a los pies de la cama del niño. Las sábanas estaban
manchadas de aserrín y sangre, aquel reguero se extendía por el
piso y salía de la habitación, rumbo a quién sabe dónde. Jenkins
temblaba y se sacudía como un poseído, sin dejar de llorar, con las
manos juntas, cerca de la cara, como en oración.
“Tom
declaró mucho después, a todos quienes quisieron oírle, lo
siguiente: …mis ojos siguieron el rastro de sangre. Al llegar al
descanso, ví una araña de tamaño descomunal, gorda y peluda,
arrastrándose lentamente…Llevaba pegada a una de sus patas
delanteras, un calcetin de Tomy…Tomé una silla de madera de la
habitación e intenté golpearla y juro que la oí chillar, como si
fuese…una niña…”
Un mes después, la casa fué desmantelada hasta los cimientos,
hoy lo único que queda es el parque, con frondosos árboles y
espesos arbustos. Nadie ha vuelto por el predio…A nadie se le
ocurriría quedarse allí tampoco, a escuchar como se mueve el
follaje durante la noche.