Gustos, placeres, y otras yerbas…
¿En que momento concretamos nuestros deseos y
decidimos que estamos conformes, al llegar a ellos o al recordarlos?
Los colores varían de acuerdo a nuestros ojos,
brillan, nos atraen ¿o simplemente así lo sentimos?
El color rojo irradia calor, nos acerca a semejanza
de un imán, nos subyuga, mantiene activos nuestros sentidos. Una mujer vestida
de rojo, llama nuestra atención; la imaginación entra en funcionamiento,
creemos ver escenas sensuales, de regocijo, hasta de placer. Ella podría ser de
tez morena, de pelo negro, o rubio; el rojo es el secreto, y allí vamos…
Admiramos el mar azul, gozamos de su esplendor al
caer el sol sobre sus aguas. Una sensación de bienestar parecería envolvernos,
creemos ver allá, a lo lejos, una mujer en su barca; sus cabellos al viento, el
cuerpo desnudo reflejándose en el horizonte ya cercano. Casi la alcanzamos
tocar con ayuda de nuestra mente; palpamos sus contornos, ella nos devuelve una
cálida sonrisa que invita al amor, un amor imprevisto, de aquellos que se
sueñan. La poseemos, el éxtasis de los cuerpos elevan las olas, un gusto sin
igual, instantes de fulgor, como fuego en nuestro cuerpo; la marea recoge el
recuerdo del encuentro que ya desapareció.
Al observar una orquídea nos sorprende su belleza,
nos dejamos engatusar por su color púrpura, su simpleza, su rareza. Una
similitud con una mujer joven que se expone al mundo, exhibiendo su cuerpo
frágil; débiles pliegos de ternura consolidan su figura, el color tan seguro,
fuerte, sin titubeos, logra atraparnos, como náufrago a la deriva. Ella nos
dirige, nos conduce a costa firme, tranquila, para allí lograr nuestro deleite.
Las nubes blancas permiten nuestra expansión. La
mente alcanza un punto de salida y de allí se arroja al vacío. Nos dejamos
llevar, mundos inhóspitos, cuevas sin salida; la meta es viajar, deambular, el
placer de lo desconocido, sucumbir en pleno climax.
Juegos mentales: peligro viviente.
No sabemos, a ciencia cierta, en que instante nos
transformamos, nos embarcamos; nuestras neuronas intercambian señales, todo
ello fuera de nuestro alcance. El raciocinio queda aislado, no cuenta. Telaraña
de sentimientos, nuestros sentidos, como brazos de un pulpo desesperan por
adherirse a un concepto de lógica, no es posible. Quedamos a merced de nosotros
mismos, la conciencia pierde su fuerza, la confusión es total: empezamos a
soñar.
Y …aparecen las otras yerbas.
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*Registrado/Safecreative N°1011047763970
*Imagen de la WEB