La estrella que bajó del cielo
La estrella que bajó del cielo
Aunque parecía un martes cualquiera había algo en el aire de la ciudad que hacía que pareciera un día de fiesta.
Así, don Paco el frutero saludaba sonriendo a todos los clientes y hasta Antonio, el gruñón portero del cole, ponía carotas a todas las niñas y niños que llegaban al cole medio dormidos.
Era diciembre pero el sol no dejaba que hiciera nada, nada de frío y brillaba en las saltarinas olas que llegaban a la playa.
Hasta parecía que las flores tenían colores especiales, como si se hubieran puesto el vestido de los domingos.
Esto es lo que vio una estrella traviesa que aquella mañana no se había ido a dormir, porque no sé si lo sabes pero las estrellas duermen de día.
Dejándose llevar por el viento, la estrella llegó a Barcelona y allí revoloteó por toda la ciudad y jugó con los pájaros que bailaban en el cielo, el cielo más azul que nunca se había visto en todo el mundo.
Al llegar a una plaza se posó en la puntita más alta de un árbol muy grande que había en el medio. Desde allí vio por primera vez lo felices que eran los niños al jugar. Ella que nunca había visto a un niño porque todos duermen por la noche se quiso convertir en uno para jugar con ellos.
Como sabía que eso era imposible se puso un poquito triste.
Se fue volando despacito y cuando ya se iba a volver al cielo vio a una chica que no parecía muy contenta. Estaba tumbada en una cama y parecía nerviosa. Como era muy curiosa se acercó a ella.
Entró volando por la ventana y se colocó en la yema del dedo de la chica que se había dormido. Como empezaba a hacerse de noche, la habitación estaba oscura y empezó a brillar. Al sentir la luz la chica se despertó y la miró curiosa. La estrella brillaba con los colores del Arco Iris.
La chica volvió a dormirse y cuando despertó una niña muy pequeñita la abrazaba con fuerza. Era morenita y estaba durmiendo.
Cuando la bebita abrió los ojos, Carla, que era el nombre de su mamá, vio que brillaban mucho, mucho. Entonces miró por la ventana hacia el cielo y vio que su estrella favorita, una que vigilaba todas las noches desde que era una niña, no estaba. Abrazó a la niña y le susurró al oído: –Te llamaré Estela, porque tú me has elegido.
Ha pasado el tiempo desde ese día y Estela, la estrella que bajó a la Tierra, hoy ha cumplido siete años y ríe contenta porque por fin puede jugar con otros niños.
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