Los ojos de Marcela.
Marcela es una pequeña niña
que como toda niña de diez años tiene un sueño, un deseo, como toda niña de su
edad comúnmente tienen una aspiración de lo que desean ser cuando crezcan. Sin
embargo, Marcela no es una niña tan común, Marcela carece de un sentido, uno
del cual muchas de nuestras funciones como ser humano están relacionadas a
dicho sentido. Marcela es ciega desde que nació, a pesar de ello, eso no ha
sido un limitante para que Marcela tenga una infancia normal. Como la gran
mayoría de las niñas de su edad, Marcela posee unos amorosos padres, y un
hermano mayor, el cual Marcela
considera su “Héroe”.
Un
día, Marcela estaba llegando a su escuela, a pesar de sus limitaciones, ella
posee un gran sentido de la orientación, cuando se dirigía al pasillo que da su
salón, Marcela se percató de una hermosa melodía que provenía de uno de los
salones que se encontraban también dicho pasillo. La melodía provenía del salón
de música, Marcela nunca había estado en dicho salón, a pesar de saber dónde se
encontraba. En muchas ocasiones cuando Marcela escuchaba algo que llamaba su
atención pero del cual no tenía idea de ¿cómo o porque? lo escuchaba, simplemente
lo ignoraba. Pero en esta ocasión la curiosidad y lo bien que la hacía sentir
la melodía pudo más que el hecho de seguir de largo y solo dirigirse a su
salón. Marcela toco la puerta del salón, espero unos segundos a que alguien le
abriera o le contestara con un simple “Adelante”.
Sin embargo, nadie contesto y la melodía continuaba sonando
desde adentro del salón, a pesar de ello Marcela no se rindió, y decidió entrar
aunque pudieran amonestarla. Al entrar Marcela se percató que la música se
detuvo abruptamente. Y una voz le contesto: ¿Hola pequeña, que te trae por
aquí? Marcela se dio cuenta por el tono de voz que era de un hombre muy
posiblemente algo joven, quizás de la misma edad que su hermano mayor que
contaba con veinticuatro años. Marcela tímidamente contesto, “Hola, lo siento.
Es que, no podía evitar escuchar tan hermosa melodía, y… yo… solo…”
El misterioso joven le contesto en un tono mi tranquilo;
“No te preocupes, no pasa nada. Adelante, bienvenida, ¿Tu nombre es?
Marcela un poco más tranquila contestó, “Me llamo
Marcela, Marcela Nieves”… “Perdón, no
quería interrumpirle, me iré ahora mismo a mi salón. Disculpe”
El
joven extrañado le respondió, “Mucho gusto Marcela, no te preocupes, no te
tienes que irte, ¿deseas saber que estaba tocando? Ven, acércate, te mostrare”
Marcela
contesto un tanto nerviosa pero con curiosidad, “Bueno… Yo, ¡sí! Me encantaría,
aunque temo que no podrá “Mostrarme”
El
joven sonriendo le contesta agradablemente, “Quizás no pueda “Mostrarte” es
cierto, pero para la música, más que ver, necesitas “Sentir”. Y si puedes sentir, ya con eso es suficiente.
Por cierto, mi nombre es Cesar Ortiz. Soy el profesor de música.”
Durante
unos aproximadamente treinta minutos, Marcela y el Profesor César estuvieron
hablando música, sobre la pieza que tocaba el profesor. “Espero verte más a
menudo por aquí Marcela eres bienvenida las veces que desees.”
Marcela
muy contenta le pregunto, “Muchas gracias Profesor, aunque quería preguntarle
algo…”
El
profesor Cesar interesado le contesto; “Claro Marcela, a ver ¿Que duda tienes?
Marcela
contesto algo nerviosa, “Profesor, ¿Usted podría enseñarme a tocar el piano,
usted podría enseñarme a ser una pianista? ¡Quiero ser una pianista! ¡Eso
quiero ser cuando sea grande! El profesor César, sonriente le contesto, “Por
supuesto Marcela, yo puedo enseñarte. Con todo el gusto del mundo”
Marcela
estaba tan contenta, que se despidió con un fuerte abrazo y se retiró a su
salón, al terminar la jornada escolar, Marcela les explico a sus padres la gran
noticia y el sueño de Marcela la cual estaba decidida a cumplir. A pesar de ello, el padre de
Marcela, Álvaro, no estaba muy de acuerdo. Su madre, Leticia estaba muy
contenta y apoyaba a su hija al igual que su hermano Enrique. Pero el padre de
Marcela se oponía, pensaba que esto sería algo muy difícil para la niña y que
si lo intentaba e intentaba y no lo lograba se iba a decepcionar. Todo ello por
la condición de Marcela. A pesar de que el padre de Marcela no consintió a que
ella tomara las clases de piano con el profesor Cesar, Marcela y su madre
asistían juntas todas las tardes a clases particulares con el profesor, en
ocasiones era Enrique quien llevaba a Marcela, quien también estaba de parte de
su hermana.
Sin
embargo, una tarde su padre se apareció en la clase de Marcela, muy enfadado,
discutió con el profesor sobre lo que estaba haciendo con la niña, llenándola
de falsas esperanzas y jugando con los sentimientos de ella al hacerla creer
que podría “Convertirse en una pianista profesional”. Luego de eso partieron a
casa, Marcela estaba realmente triste, había llorado todo el camino a casa e
incluso esa noche no comió. De eso, pasaron dos meses, y Marcela seguía
extrañando las hermosas melodías que salían del piano y poder tocar las teclas
con sus manos. Una tarde luego de las clases, Marcela se escabullo al salón de
música, se percató de que no había nadie y poco a poco mediante a su bastón, se
dirigió al piano y finalmente se sentó, Marcela acerco su nariz a la madera, le
encantaba el olor, posó sus manos en las teclas del gran piano de madera, se
sentó derecha y se dispuso a tocar.
Afuera,
a la salida de la escuela. Su padre esperaba pacientemente a que Marcela
saliera, se dio cuenta que los compañeros de ella estaban todos saliendo de uno
en uno, y cuando todos terminaron de salir, Álvaro se angustió, pregunto a un
compañero que le dijo que la había visto entrar al salón de música. El padre de
Marcela pidió al portero permiso para entrar y este se lo permitió, mientras
Marcela seguía sumergida entre las notas del piano, desde la puerta del salón
dos figuras la observaban deleitosamente. Al finalizar la pieza, Marcela
escucho unos aplausos que provenían de dichas figuras, eran su padre y el
profesor.
Álvaro
tenía los ojos rojos y llorosos estaba realmente emocionado e impresionado no
podía creer lo que estaba viendo. Marcela preocupada le contestó; “Papá, lo
siento. No era mi intención, yo solo no me aguante. Lo siento.”
Su
padre aun con lágrimas en los ojos le contesto; “No pequeña, no pasa nada. Yo
me equivoque, creí que te estabas haciendo un daño haciendo algo que creí sería
imposible, pero que equivocado estaba. Mis ojos no quisieron ver más allá de lo
que tus ganas, tu deseo y pasión
pudieron hacerte ver a ti.”
El
profesor César sonriente le dijo a ambos; “Marcela sintió con el corazón, no le
hizo falta ver como nosotros, con solo sentir fue como la música la envolvió y
le mostro lo apta que es para hacer música y ser una pianista como cualquier
niña de su edad.”
By Gabriela Belén.