Orden
Suena el despertador.
Otra vez
recompongo mi cuerpo,
me vuelvo a aceptar
delante del espejo,
reivindico mi belleza
frente al almidón de las sonrisas,
a la oligarquía de la perfección,
a la ingravidez de los pechos.
Ordeno mi día
como un cajón de calcetines.
Para no dejar un resquicio,
por donde se me cuele
la desolación o el vacío,
y me impidan levantarme,
otra vez,
cuando suene el despertador.