Pulquérrimo
Una vez fui consejero real. Se me paró delante un rey gritando:
– ¡Un consejero! ¡Necesito inmediatamente un consejero!
Y señalando hacia mí, dijo autoritario:
– ¡Usted!
Fue un nombramiento muy sorpresivo, yo no tenía la menor idea de las funciones de un consejero real. Pero con probar no se pierde nada, salí caminando detrás del rey hasta su castillo.
Allí me explicó:
– Soy un rey del que se han reído, se rieron de mí y de mi reino. ¡Estoy muy irritado!
– ¿Y quién se ha reído de su reino? – pregunté.
– El rey de la otra ribera del río. ¡Su irreverente burla nos hará rivales por siempre!
Y dejándose caer en el trono exclamó afligido.
– ¡Nos ha llamado pulquérrimos!
Yo jamás había escuchado esa palabra, le pregunté al rey qué significaba. Él tampoco sabía.
– Justo para eso lo necesito a usted. – me explicó –Me insulta que me insulten, pero más me insulta no entender el insulto. Quiero saber el significado de esa palabra. Si no lo conoce ¡Averígüelo!
A mí ya me habían hablado de los diccionarios, nunca los había utilizado pero sabía que en un caso así lo mejor es buscar uno. Le pregunté al rey si en su reino tenía.
– ¡¿Qué dice?! A mi reino no entrarán nunca tales artefactos, me han dicho que sirven para matar burros y yo adoro a esos animalitos.
Le expliqué lo que era un diccionario, él me escuchó atento, rascándose la barbilla.
-¡Interesante! – observó – ¿Quiere decir que cuando no sé el significado de una palabra puedo ir allí y me lo explican?
– ¡Exacto!
– ¿Puedo saber, por ejemplo, qué significa la palabra raspatacusio?
– Supongo que sí. ¡¿Eso dónde lo oyó?!
– En ninguna parte, se me acaba de ocurrir, pero no tengo la menor idea de lo que significa.
No todas las palabras tienen un significado y en el diccionario sólo están las que ya han sido inventadas de antemano. Eso sí yo lo sabía y se lo aclaré al Rey.
A él lo tenía sin cuidado qué quería decir raspatacusio, lo preguntó por curiosidad, pero pulquérrimo sí le dolía.
En breve se apareció con un diccionario y me lo puso delante.
– Por poco tiro este libro a la basura – me dijo – Por más veces que empecé a leérmelo nunca entendí de que trataba la novela. Debe ser el famoso mataburros.
En efecto, lo era.
– Pues bien, aquí lo tiene. ¡Dígame ahora qué quiere decir pulquérrimo!
Por primera vez en mi vida abrí un diccionario. ¡Eran miles y miles de palabras! Por lo menos necesitaría un mes para leérmelo y encontrar la que buscábamos.
– ¡Un mes es demasiado! – Protestó el rey colérico – ¡Me han dicho pulquérrimo! Y eso me suena a puerco. ¡No lo permitiré! Si de algo estoy orgulloso, es de la higiene de mi reino. ¡Me dice usted qué quiere decir pulquérrimo en una hora o romperé relaciones! ¡Si es necesario: la guerra!
¡Tenía que evitar esa tragedia! Y sólo podía lograrlo si hallaba cuanto antes la palabra.
El rey se fue muy entonado y yo a buscar en el diccionario.
Cuando lo abrí y empecé a leer quedé muy alarmado, todas las palabras empezaban con A y Pulquérrimo no empieza con esa letra. “¡Este diccionario no va a servir!” pensé.
Por suerte me salté un trozo, vi que las siguientes empezaban con B y más adelante con C. Entonces comprendí: las palabras estaban por orden alfabético.
Así pude ir a donde estaban las que empiezan con P. Por supuesto, se encontraban después de las que empiezan con O y antes de las que empiezan con Q.
Ya no era necesario buscar en todo el diccionario.
¡Sin embargo! ¡Qué manera de haber palabras que empiezan con P! ¡Cómo para estarse una semana leyendo!
Siempre he sido muy observador y, mirando y mirando, saqué otra conclusión: Se podía buscar también por la segunda letra.
La segunda de pulquérrimo es la U. Por tanto, localicé las palabras que comienzan con PU y ya la cantidad era mucho menor. Después busqué la L, de PUL, y ya no hace falta contártelo todo letra por letra, tú también eres inteligente y te habrás dado cuenta. Yo solito encontré pulquérrimo en un dos por tres.
Enseguida llamé al Rey y él con tono grave se sentó en el trono para escucharme.
Yo le leí en el diccionario:
– Pulquérrimo: Superlativo de pulcro.
El rey resplandeció de orgullo, sonrió con jovialidad y dijo:
¡Ah! ¡Ya sabía yo! El rey de la otra ribera del río es muy honrado y no merece nuestro rencor. Reconozco su valía y corro a estrechar su mano como siempre ha sido. ¡Y este libro! – se refería al diccionario, que ahora había tomado entre sus manos y miraba cual tesoro, ¡merece estar en el mejor lugar de mi reino!
Mi carrera de consejero real terminó ahí. No fue muy larga pero sí eficiente.
Y si no sabes el significado de superlativo o de pulcro, ya sabes cómo averiguarlo.