Quiero irme a ninguna parte.
A veces quiero que seas tú el nudo en mi garganta para aguantarme las arcadas cuando mi padre me llama puta. Dime cuantas lágrimas del enemigo hacen falta para ganar la guerra, dime como hablar de mi niñez sin que me imagines como a un perrito perdido. Mamá dijo que no me preocupe,que el abuelo estaba resfriado,y que papá no habla en serio cuando me llama puta. A mamá siempre le ha gustado cambiarle el nombre a las cosas, creo que por eso no entendía a papá en las primeras conversaciones.
Vivo en un sitio donde siempre llueve agua sucia y encharca todos los caminos que conozco,y me quedo aislada. A veces sueño con billetes de tren sin vuelta con destino a ninguna parte. O a su pecho. A veces me salgo de él y me quedo un rato mirándola con la boca.
Ella es ninguna parte cuando al salir de casa me preguntan a donde voy. Cuando me preguntan.
A veces miro las grietas y me imagino que son del espejo,y me pregunto si soy yo esa que se ve por encima.
El resfriado mató al abuelo y me regaló sus manos heladas. Él me llamaba princesa y papá me llamaba puta.
Tengo los dedos hinchados y los ojos del cheshire de mi brazo lloran cuando salgo de la ducha. A veces me pregunto que pasaría si resbalase.
Hace tiempo que no veo al abuelo desde que aquel hombre cerró el féretro. En ese momento dejé de ser princesa y me volví completamente puta.
Ahora papá me llama Diana y yo no quiero que me llame.
A veces mamá entiende cuando papá me llamaba puta.