Sin Rostro

Sin Rostro

Hay que estar loco para hacer esto. Verme con una desconocida en un hotel. Es mi mujer sin rostro,pero que me tiene loco perdido. Nunca he visto su cara.
Llevo intercambiando mensajes con Patricia desde hace poco más de un mes. Es inteligente y eso me gusta en una mujer.
Hemos hablado de todo. De sus hijos. De su trabajo, del mío. De sexo. Sobre todo de sexo. Hemos tenido momentos muy calientes y más de una vez he acabado masturbándome mientras o después de hablar con ella.
Hoy me envió un simple mensaje: “Hotel Boulevard. 17:00. Habitación 105. Seguirás sin ver mi rostro, pero te prometo que disfrutarás”.
La verdad es que no me lo pensé mucho. Cojí la tarde libre y cuando faltaban apenas cinco minutos para las cinco entré en la recepción del hotel. No sabía por quien preguntar así que me dirigí al mostrador con mi mejor sonrisa, la cual se me borró en un instante al decirme la educada señorita que había tras el “Buenas tardes señor Muñoz, su llave.”
Me guiñó un ojo y me señaló el ascensor sin dejar de sonreír.
Me dirigí al ascensor y mi cabeza sólo pensaba en mi mujer sin rostro. Hoy al fin estaría frente a ella. Aunque sabía que seguiría sin verla. No se cómo iba a ingeniárselas, si con una máscara o a oscuras, pero realmente me daba igual. Yo sólo quería pasar un rato con ella sin una pantalla de por medio.
Y así pensando en ella me encontré frente a la puerta metiendo la tarjetita en el lector. Abrí y la habitación estaba en penumbra. Por un momento creí que no estaba allí pero algo me decía que sí estaba. No sé si era el perfume que percibía o si era la certeza de saber que ella tenía tantas ganas como yo. Quería verla, aunque sabía que no lo haría. Quería tocarla, pero lo que más deseaba era saborearla. Saborear cada centímetro de su piel. No quería dejar un sólo rincón sin recorrer con mis dedos o con mi boca. No sabía si tendríamos sexo o si sólo hablaríamos. Lo que allí dentro iba a ocurrir era sólo decisión de ella. Yo era un simple muñeco en sus manos. Era suyo para lo que ella deseara y bien sabía el mundo que iba a aceptar todo lo que ella deseara hacer conmigo.
–Si quieres puedes irte.
Ni en broma iba a irme. Cerré la puerta y sonriendo me recosté sobre ella.
–No voy a irme, a menos que tú quieras.
No sabía bien dónde estaba ella. En la cama no, pues se veía hecha.
–No enciendas la luz y siéntate en la silla. Vamos a jugar a las preguntas un ratito, ¿te apetece?
Habíamos jugado otras veces vía webcam. Consistía en hacer preguntas y si fallabas te quitabas una prenda.
–Me encanta ese juego.
–Lo sé. Pero esta vez será diferente. Debes adivinar que llevo puesto. Cada vez que te equivocas te quitas una prenda.
Fácil. Pensé.
Me acomodé en la silla y dije “abrigo”.
–No.
Muy bien, no lleva abrigo, debió quitarselo al entrar. Mi cabeza va a mil mientras me quito el jersey. “Blusa”pronuncio. Se que voy a acertar. Es una mujer elegante así que si dice no es que lleva vestido. Esto es pan comido. Mi sonrisa luce en toda mi cara.
–No, quítate otra prenda.
Puedo notar que se burla de mí. Me quito la camiseta. Y ahora va a quitarse ella.
–Vestido. –Digo triunfante.
–No.
Se está riendo de mi esta mujer. Me quito un zapato y cuando estoy a punto de decir otra palabra me dice sonriendo
–Los zapatos van juntos. Te los compras juntos te los sacas juntos.
No puedo evitar una carcajada. Bien piensa José piensa. Si no lleva ni blusa ni vestido. Debe llevar jersey. Y luego toca falda o pantalón. Así va a perder una prenda.
–Jersey.
–No. Sácate el pantalón.
Como soy muy obediente con esta mujer lo hago. Y es ahí cuando me doy cuenta que no está vestida. ¿Cómo he podido ser tan tonto?
–Liguero.
Su carcajada suena y es música para mis oídos. Eso es que acerté. Su juego me ha hecho calentar la sangre. Estoy en calzoncillos y calcetines y aunque es ella la que debe quitarse prenda me deshago de los calcetines.
No me había fijado en el diván de la esquina hasta que la veo bajar las piernas al suelo. La poca luz que entra sólo ilumina el suelo y así puedo ver sus tacones. Elegantes y con un lazo. Quiero enrollar sus piernas en mi cadera y enterrarme profundo en ella. Mi erección es cada vez más notable y ni siquiera me ha tocado. Estoy perdido. Cuando me ponga un dedo encima me correré como un adolescente. Debo controlarme.
Camina hacia mí. Su rostro está cubierto por un antifaz. Elegante y delicado. Como ella. Su sonrisa aparece en su bonita cara cuando sus ojos se desvían a mi erección.
–Veo que te alegras de verme.
–Mucho.
Me relamo los labios pensando en desenvolver ese bonito regalo que tengo delante. Lleva un corpiño negro con unos lazos morados y deseo tirar de ellos y descubrir toda esa cremosa piel que hay debajo. Unas braguitas que dejan ver que va depilada por completo y se atan a los lados con unos lacitos a juego con los del corpiño. Parece un regalo de Navidad y yo quiero mi regalo.
Rodea la silla y se coloca a mi espalda. Sus manos recorren suavemente mi cuello y van bajando por mi clavícula, el pecho y el abdomen. Se arrodilla y sus manos se cuelan en mi bóxer. Buff. Santos demonios. Su suavidad va a matarme.
Cada caricia, cada roce me calienta más y más. Sus manos suben y bajan por mi erección. Apretando levemente. Mi cabeza cae sobre el respaldo de la silla y un gemido sale de mi boca. Sus manos ascienden por mis costados mientras se levanta y se coloca delante de mi.
–Manos atrás.
Obedezco y eso que yo no soy de recibir órdenes. Se arrodilla ante mí y esa es la imagen más sexy que puedo tener de esta hermosa mujer. Me mira a través de la máscara y sonríe. Un ligero toque en mi cadera y la elevo para que se deshaga de mi ropa interior. Desnudo ante ella para que juegue conmigo todo lo que quiera.Vuelve a acariciar mi erección y desciende su boca a mi abdomen. Me da pequeños besos y lametones. Su boca engulle todo mi eje y yo cada vez aguanto menos. Es una diosa chupando. Nadie me lo ha hecho como ella o simplemente es, que es ella.
Sus manos acompañan a su boca. Suaves ambas y con la justa presión en cada momento.
–Para por favor o me voy a correr.
Se para, me mira y susurra “Hazlo”.
Suficiente para dejarme ir. Sólo siento. Su cálida boca y sus suaves manos. Noto subir el calor mi espina dorsal. Apretarse mis bolas y correrme en su celestial boca. Saborea hasta la última gota que sale de mí y no puedo evitar sujetarla y tirar de ella para besarla. Su boca sabe a mi y a fresa. La levanto y la llevo a la cama. Suelto esos lazos que me matan y cae el corpiño. Beso su cuello y voy dejando besos, mordisquitos y lametones por toda su piel. Juego con uno de sus pezones. Lo pongo duro y voy a por el otro. Mientras los saboreo voy a desatar esas cintitas de sus braguitas. Quiero devorarla entera sin dejar un solo rincón. Las horas pasan y el sexo con ella es increíble. La máscara se ha caído y Patricia es preciosa. Cada vez que me hundo en ella es como tocar el cielo. Es como estar en casa. Se que esto no va a repetirse por eso quiero tomarla de todas las formas posibles y saciarme de ella, porque cuando diga adiós será para no volver a verla.

By Cruz Halls




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