Una tarde cualquiera.
Era una tarde cualquiera, estaba tirada en el sofá de mi casa, y mi cabeza no paraba de dar vueltas. Hacía mucho tiempo que el rumbo de mi vida, se había esfumado. Los días cada vez eran más cortos, pero ahí estaban las noches asomandose y haciendose cada vez más largas.
Desde hace un tiempo no conseguía poner en orden mis ideas, mi vida era un caos absoluto. Y no terminaba de hacer, nada de lo que empezaba.
Todo empezó con un final, como suelen empezar las cosas tristes y que carecen de sentido. Hacia meses desde que todo había acabado, pero aún seguía dandole vueltas, y en mi cabeza aún resonaba cada una de las palabras, que fueron dichas en la batalla final.
No era capaz de deshacerme de las cosas que me recordaban a ti, y tampoco era capaz de dejar mi orgullo de lado, y volver a tu lado.
No sabía porque pero aquel día, en aquel momento algo cambió. Mi corazón se rompió en mil pedazos, e incluso creo que por un momento dejé de respirar. Desde ese momento, supe que no eras tú, él que me podía hacer feliz.
Desde entonces deje de gritar en voz alta lo que sentía, escondí mis sentimientos para que nadie más pudiese romperme por dentro. Y decidí seguir hacia delante sin hacer mucho ruido.
Aún ahora, sigo sin hacer mucho ruido, no vaya a ser que mi corazón me pida, que lo resujan de sus cenizas.
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