VIDAS PARALELAS
Tenían que romper el hielo y no sabían cómo. Había algunas opciones, y entre ellas varias variantes, que le hacían dudar a ella más de la cuenta, pero sin duda con mucha razón.
Todo había comenzado a raíz de una discusión que ella tuvo con su mejor amigo, al que conocía desde que en la escuela cometían la de sin fin de travesuras. Ahora, en la madurez de sus vidas, con el tiempo la energía se ha ido consumiendo poco a poco y ya son más precavidos a la hora de acometer algo nuevo. En medio, varios viajes de placer, salidas nocturnas, muchas discusiones rozando la veleidad, y crecer casi juntos descubriendo poco a poco y con el pasar de los años los pecados y las virtudes de unas vidas afines, monotonía cotidiana, hombre y mujer alzando la bandera de una libertad vigilada.
La amistad había rodado como un tren sobre las vías. Ante una intersección siempre habían conseguido cambiar hacia algún rumbo, y las vías seguían paralelas, como si la distancia entre una y otra tuviese que ser siempre la misma, y no podía ser de otra manera. El descarrilamiento hubiese sido el resultado en muchas situaciones, y eso nunca se había producido.
Ahora están próximos a una complicada intersección, donde ninguno de los dos parece saber o no querer cambiar la dirección de las agujas; también la de las otras, las del reloj, que marcan los tiempos y que están también muy cerca de la hora marcada.
Hace una semana en su trabajo le ofrecieron el traslado a otro país, debiendo de dar la respuesta lo antes posible. El sí suponía además un importante ascenso, y un atractivo salario que tras algunos años le garantizaría la tranquilidad de volver con más seguridad para su futuro.
Cuando le dijo, él explotó de manera inmediata recriminándola que sólo había pensado en ella. Transcurridos unos minutos comenzó a darse cuenta que no podía obstaculizarla para que tomara ese paso tan importante en su vida, pero tampoco quería perder a la que consideraba su media naranja, a pesar de que entre ellos lo que siempre premiaba era una auténtica amistad.
A lo largo de sus vidas habían flirteado en el vuelo de amores pasajeros, pero volvieron a encontrarse para contarse los pormenores de esas aventuras y reforzar siempre más su amistad.
Entre ellos premiaba el juego de la amistad y no había obstáculo alguno que lo impidiera. Así y hasta ese día habían tenido también otras diferencias, que habían zanjado siempre con la confianza para romper pronto el hielo.
Él batallaba con su trabajo de funcionario y se dejaba llevar por el contacto que con la gente se hacía disfrutar, pero también ver sufrir alguna en la imposibilidad de alcanzar sus metas, aunque éstas fueran pequeñas y accesibles para muchos otros. No estaba a disgusto y nunca había pensado dejarlo, suponiéndole el hecho de ser y considerarse sin ningún problema un seguro y perfecto burócrata.
En el banco ella había alcanzado cierto prestigio entre los jefes de la región, y desde hacía ya un tiempo merecía un premio. El hecho de que el banco fuera comprado por otro internacional y de que ella tuviera un muy buen nivel de inglés era el momento, y eso se produjo cuando ella estaba bien acomodada en su ciudad, con su familia y compañeros de trabajo, y aunque entre sus amigos él era especial, no se había dado cuenta de ello del todo hasta ese día.
La monotonía confortante había creado una red de seguridad en sus vidas, y cuando más parecía que la misma iba a ser hermética, un agujero en forma de vacío interior inundó sus pensamientos. Todo les pareció repetirse en ellos, como una película de sucesos históricos, en los que los protagonistas cuentan sus vidas y tras un acontecimiento y otro ríen o lloran el recuerdo.
Había pasado una semana, ella no había respondido todavía a sus jefes, y entre ellos dos sólo había habido un par de llamadas disculpándose ambos por no poder encontrarse. Hoy al final le han aconsejado desde el banco que debía decantarse por salir, porque en la ciudad iban a cerrar un par de sucursales. Las opciones iban aclarándose y él que se lo estaba poniendo bien fácil, pero ella no se daba cuenta de que no sólo era él.
La nueva intersección estaba más cerca, y el cambio de agujas debía producirse a tiempo. Las del reloj marcaban un encuentro al que al final el otro no se podía negar. Cuando se encontraron, en el mismo lugar en que suelen hacerlo, el saludo que venían haciéndose por años cambió la actitud inicial de ambos y parecía como si todo fuera normal. Un par de besos en las mejillas, y un dulce pellizco en las narices mirándose a los ojos, como muestra de una amistad única y verdadera.
Pero hoy no bastaba solo eso, aunque parecía que con ello habían roto el hielo que habían hecho en una semana. Se siguieron mirando sin hablar por un rato, y se sentaron cuando ya el camarero les traía su aperitivo favorito.
—Hoy de verdad estáis que os salís los dos. No sé cuál está más guapo, sin ofenderte Clara por supuesto. Te has puesto hoy una buena colonia Carlos, hacía tiempo que no lo hacías.
Se partieron de risa, como dos niños, pero que al momento se convirtieron en lágrimas consentidas. No podían romper una amistad tan sólida por la fuerza, tenían claro, como siempre antes, que el amor que los unía era un amor diferente, y por eso se tenían que separar.
—Hoy invita a todo la casa, aquí viene el segundo, pero tenéis que terminar el primero que parecéis dos tontos enamorados, con perdón.
José Luís había cambiado a tiempo las agujas y el tren seguía sobre las vías, siempre paralelas. El tiempo no se había parado y los dos retrasarían sus vidas para seguir viéndose, hasta que sin embargo la muerte los separe.