GÉNERO Y HUMANIDAD: UMBRAL, UNA INVITACIÓN A SOÑAR
UMBRAL
CONCIENCIA PLANETARIA, INTEGRACIÓN DE LOS PRINCIPIOS
FEMENINOS Y MASCULINOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO PARADIGMA CIVILIZACIONAL
Ensayo: Ana Luisa Muñoz Flores
Imágenes: Ana Luisa Muñoz Flores
Stgo. Chile-2010
PRESENTACION
Al ver las imágenes de Anita para su libro “UMBRAL”,
lo primero que fue que coincide con la propuesta escrita, lo cual da una unidad
entre texto e imagen.
Sus imágenes, plásticamente tienen un desarrollo de
claro-oscuro como elemento plástico de expresión. En ciertas pinturas más
dramático como “Altos Muros”; “El Poder y la Diferencia”; “La Salida”; “Umbría”
y otras coinciden con la visión plástica del Romanticismo.
Sin embargo, otra serie de imágenes, en que aparece la mujer como
presencia, se vuelve más sensual, menos dramática, se ve una conexión fuerte
con lo femenino.
Y cuando aparecen los niños, es cada vez más suave,
más gentil, colores más apastelados. Pero lo que me parece más interesante, son
las pinturas más cósmicas como “Beso estelar”. Hay una búsqueda más universal,
obligando a los recursos del Photoshop para buscar una nueva identidad
plástica.
FERNANDO ALLENDE
07-01-2010
Prólogo
Este
libro es la obra de una mujer chilena que está preocupada por el destino de la
humanidad. La mujer chilena que lo escribió y que es la misma que produjo sus
imágenes se llama Ana Luisa Muñoz y es
alguien que se ha dado cuenta de que la humanidad va por un muy mal camino o,
mejor dicho, que el camino por el que se está deslizando en la actualidad
conduce al despeñadero de una manera inevitable. Un mundo socialmente injusto,
económicamente desigual, genéricamente inarmónico, ecológicamente insensible,
eso es aquello con lo cual los humanos de este tiempo debemos entendernos cada
día que pasa. Todas las informaciones que obran en nuestro conocimiento o, más
precisamente, las que obran en el conocimiento de cualquier persona
medianamente educada en los tiempos que corren, nos/le confirman lo mismo.
Estamos en umbral, como
dice Anita Muñoz, pero en un umbral que es (para reescribirlo con otra metáfora)
un cuchillo con un filo malo y otro bueno. Si el umbral es un sitio liminar, si
es el puente, esto es, el espacio que abre el desplazamiento de la persona
hacia otra cosa, en lo que a la gente de nuestro tiempo respecta esa otra cosa
bien pudiera ser el fin. No es que uno quiera dárselas de apocalíptico. Ocurre
que el apocalipsis se anda anunciando entre nosotros desde hace ya un rato
largo. Tanto es así que a veces nos
preguntamos cómo es que no se ha desatado todavía. Cuando a la segunda guerra mundial, que ya había
matado cincuenta y cinco millones de personas, se le quiso poner fin matando a
otras ciento sesenta mil y de una
vez, en Hiroshima y en Nagasaki, el futuro quedó escrito con letras de
molde. El reino de la insensatez se había instalado sobre la tierra. La
aniquilación de todo y de todos había llegado a ser, por primera vez en la
historia de la humanidad, un suceso que cabía dentro del ámbito de lo que era
posible. Y hoy, reconozcámoslo, con mucha más eficiencia que en Hiroshima y en
Nagasaki.
Con todo, no es esa la
clase de aniquilación que más preocupa a la autora de este Umbral. A
ella la inquieta sobre todo la otra, esa que no por ser más despaciosa es menos
mortífera. Me refiero a la que está teniendo lugar cotidianamente, en el marco
contemporáneo de las relaciones de los seres humanos con los seres humanos, por
una parte, y en el de los seres humanos con su entorno natural, por otra. En el
primero de estos dos escenarios, Anita Muñoz privilegia las relaciones de
género, y tiene toda la razón para hacerlo. El desequilibrio social y económico
lo conocemos bien, sabemos cuáles son sus causas y cuáles sus dimensiones y
hasta hemos logrado desarrollar estrategias y tácticas para enfrentarlo desde
hace ya un par de siglos. Que no siempre hayan sido esas estrategias y esas
tácticas todo lo eficaces que a nosotros nos hubiese gustado, es otra historia,
por supuesto, una historia de desencuentros y torpezas políticas deplorables
que yo por lo menos creo que se podrán remediar alguna vez. No acontece lo
mismo con la relaciones de género. Su teorización es más reciente. El
segundo sexo, el libro de Simone de Beauvoir que en el campo del feminismo
se equipara con El capital de Marx en el de las relaciones sociales,
está cumpliendo sesenta años, apareció recién en 1949.
Después ha habido otros,
es verdad, pero todavía queda un largo camino por recorrer al respecto, muchas
certidumbres por descubrir, numerosas batallas que ganar. Y lo mismo ocurre en
el ámbito ecológico. Me dirán que el bueno de San Francisco se nos adelantó en
esta materia. Y es cierto, pero no menos cierto es que ni en sus peores
pesadillas el buen santo de Assís soñó con algo parecido a lo que ahora nos
está sucediendo. Las depredaciones del ecosistema que hoy se producen en unos pocos
minutos habrían tardado años en producirse en un pasado que está harto menos
lejos de lo que se suele pensar.
He ahí pues las
preocupaciones de Ana Luisa Muñoz en su Umbral. Para dárselas a conocer
al público en general (aunque yo tiendo a sospechar que para dárselas a conocer
a los jóvenes especialmente), escribió ella el libro que el lector tiene ahora
en sus manos y produjo las impactantes
imágenes que lo ilustran. Pero no sólo eso. También es detectable en su
trabajo una propuesta. Más arriba escribí que en el libro de Anita se alojaba
un cuchillo con un filo malo y otro bueno. El malo es el de todo aquello que
Anita denuncia y que creo que ha quedado de manifiesto a estas alturas con
suficiente claridad. En cuanto al bueno, siguiendo aquí una perspectiva
filosófica que a la autora la pone en contacto con gente tan honorable como el
teólogo de la liberación Leonardo Boff
(el mismo un fiel discípulo de Francisco de Assís) y el científico
chileno Humberto Maturana, lo que ella nos propone es un retorno a la tesis de
la armonía cósmica. Aceptemos, nos dice Anita Muñoz, que el universo es uno,
que constituye un todo integrado y que tiene sentido. Sepamos, por lo tanto,
que destruir cualquiera de sus partes constituye un atentado que compromete a
todas las demás. Que es igualmente pernicioso explotar al trabajador que
oprimir a la mujer o que instalar centrales hidroeléctricas que destruyen el
ecosistema. Si percibimos eso, si tenemos la lucidez suficiente para darnos
cuenta de que con tales acciones nos estamos suicidando, ella confía en que
podremos dar vuelta atrás.
Yo espero que Anita
tenga también en esto la razón.
Grínor Rojo
INDICE
INTRODUCCION:
8
DERROTA DEL SISTEMA REPRESENTACIONAL
FEMENINO 10
AMÉRICA
LATINA Y CHILE: EL CHOQUE ENTRE DOS CULTURAS 11
MASCULINO-FEMENINO. REINVENTAR EL SENDERO 13
FEMENINO: LOS NUEVOS ACTORES
14
NUEVOS ÓRDENES SOCIALES
A PARTIR DE LAS INTEGRACIONES DE LOS GÉNEROS
15
UNA NUEVA
COSMOVISION
17
SOMOS PARTE DE UN TODO MAYOR
18
NO
HAY TIEMPO PARA RESENTIMIENTOS 19
SOMOS PARTE DE UN TODO MAYOR
ESPECIE HUMANA: CONCEPTO FUNDAMENTAL QUE
ENGLOBA UNA
VISIÓN
DE FUTURO
22
COMO HUMANIDAD CRUZAMOS UN GRAN UMBRAL. APOSTEMOS
POR EL SUEÑO COLECTIVO Y DEMOS NACIMIENTO
A UNA
NUEVA HUMANIDAD.
23
BIBLIOGRAFÍA
25
“Ensancha el espacio de tu tienda y
extiende en ella sus alfombras, pues
te has de mover en todas las direcciones”
Isaías
INTRODUCCIÓN
– Henos aquí
frente a frente, peripuestos solo por una herencia común. Deshererados
inocentes del verbo. De vez en cuando este puente antiguo, atávico como ley
violenta nos reúne en un extremo, pero nos deja mirando desde sentidos
opuestos; debilidad, fortaleza, dios y serpiente. Debemos avanzar y completar
el designio o podemos si queremos, hablar con otras miradas, abandonar la torre
y su augusto minarete, dejar yo la caverna tibia y telúrico vientre. Henos aquí con cuerpos similares, historias
mancilladas, superpuestas, oraciones abortadas. Henos aquí, toda posibilidad
sin expropiarnos nada, salvo la caricia y los besos, cogiendo signos nuevos
para hacer nuevos silabarios, evadir la oscuridad o la luz, sumar claroscuros.
El arte, es una
representación simbólica de nuestro propio ser interior. Toda la humanidad
entendida como cuerpo, está presente en cada uno de nosotros, cada pensamiento,
cada cultura, cada mito, cada arquetipo se hace presente una y otra vez en
nosotros mismos en nuestros actos cotidianos y en cada noche al dormir.
A veces en la
armonía relacional con los niños, con el viento, con las montañas. Otras en la
impotencia de la subyugación de otros seres humanos, de los animales, de la
atmósfera, o de la entrañas de la tierra.
La
conciencia humana se encuentra en una nueva fase, en que se hace urgente una
espiritualidad que ponga la vida en el centro de sus preocupaciones, la vida
con su espléndida diversidad, el futuro común de la tierra y de la humanidad, y
también con el cuidado de todo lo que exista y vive: una espiritualidad que
emerge desde dentro del proceso cosmogénico que ordena todo a partir del caos,
hacia formas cada vez más complejas, conscientes y co-responsables.
En la fase matrística de la sociedad que duró
aproximadamente un millón y medio de años, las relaciones humanas se
desarrollaban en relaciones de armonía y equilibrio: Hombres y mujeres vivían
integradamente.
La mujer
estaba considerada más próxima a los dioses, porque de ella emanaba la vida en
toda su acepción.
Hace solo 8000 años, con las sociedades cazadoras se
define un modelo de autoridad y sumisión entre los sexos que conlleva a la
enajenación de la conciencia, donde se llegó a reducir a la mujer casi solo en
su función procreadora.
Hoy en el
siglo XXI, la mujer es el 50% de la fuerza del trabajo mundial. Esto cierra el
ciclo de la era patriarcal, con mucho conflicto entre los sexos y en la esfera
privada y pública.
Valores como el amor, la solidaridad y el compartir,
siempre han estado asociado a la femineidad.
El presente artículo e imágenes incorporadas,
constituyen un todo vivencial y personal y no pretenden ser palabra última
acerca del tema. El modo subjetivo de voz desde quien carece de plataformas
oficiales, pero de quien necesita
expresar y plasmar experiencias emocionales por medio del lenguaje escrito y
visual.
DERROTA DEL
SISTEMA REPRESENTACIONAL FEMENINO
Los estudios arqueológicos, demuestran que otro
sistema simbólico prevaleció antes de las sociedades cazadoras, un mundo
relacional, sin jerarquizaciones, centrada en la creatividad y en la cual se
daba acogida a todos sus integrantes, relacionales, integrados, unificados a la
naturaleza.
Esta es una
etapa sin héroes, sin guerras y sin historias de guerra, en concordancia con
las leyes naturales.
Algunos creen
que esto correspondería a la etapa paradisíaca, donde no se tendría nociones
“del bien o del mal”.
Esta noción de lo “femenino”, como el ser que
“acoge”, “consuela”, “escucha”, “regocija”, “acuna”, “protege”, “nos alimenta”
lo encontramos nuevamente cada uno de nosotros, en el vientre de nuestra madre.
Todos estos recuerdos inconscientes primitivos de un
sentimiento de bienestar, que se rompe abruptamente al incorporarse a una
sociedad competitiva, perdiéndose las confianzas y dando paso al miedo. Y
paradójicamente, es nuestra propia madre quien nos advierte y alerta de los
peligros circundantes.
El arquetipo femenino, lo encontramos en antiguas
diosas: Diosa pájaro del Neolítico, las palomas pertenecientes a la diosa
sumeria Innana, Isis la egipcia, Afrodita griega, la dama de pazardzik, entre
muchas diosas antiguas, las cuales derivaron arquetípicamente en el culto
mariano, lo cual a su vez, no es percibida de la misma forma en las diferentes
culturas, para algunos patrona de guerras, para otros consoladora de los
oprimidos. En fin, hay un amplio espectro de interpretaciones para una misma identidad.
Después del vientre y de la vida, somos recibidos
por un segundo vientre: la tierra y el volver a nacer en un nuevo ciclo. Lo
femenino, como sentido de unidad y en permanente renovación.
El
útero oscuro de la diosa había sido la cueva templo, y se escondía en las
profundidades de la tierra.
Los pueblos cazadores dieron una feroz guerra a las
representaciones simbólicas femeninas del mundo, por el solo hecho que su
cuerpo representaba los misterios de la
creación cuando da a luz.
Por aquel
tiempo se la dotaba de poder mágico, para encarnar la relación existente entre
los órdenes visibles e invisibles, ayudando a los cultivos a crecer, a los
árboles a dar frutos y a los animales a permanecer fértiles.
Todas eran actividades de la diosa para alimentar,
formar, tejer y transformar la vida.
Con el sometimiento de los pueblos agrícolas por
parte de los feroces guerreros y sus respectivas cosmologías, comienza una
nueva era, conmocionando toda la historia de la humanidad y transformándola en
una historia dramática de guerras, héroes, dominantes y sometidos y
concentración de las riquezas, que amenazan a la humanidad a sucumbir.
AMÉRICA LATINA Y CHILE: MESTIZAJE. CHOQUE ENTRE DOS
CULTURAS
Las nuevas cosmovisiones, posteriormente, se
extendieron a través de los siglos hacia el continente americano. Las cuales, a
su vez, poseían las suyas propias. Como resultado de este choque entre culturas
diversas, se da nacimiento al mestizo, donde la cultura española pasa a ser la
dominante.
Esto ha dado origen a una construcción sexual
propia, un constructo social muy particular y un soporte cultural muy diverso.
Una sociedad construida por cruces de linajes y
estirpes, a veces equívocos, a veces prístinos. Los varones latinoamericanos,
tampoco están en una posición de poder en relación a sus homólogos del norte.
Hombres y mujeres transcolonizados por los mismos
sistemas simbólicos.
Esto ha dado como resultado relaciones entre los
sexos equívocos y ambivalentes. Coexistiendo en una misma relación “lo uno y lo
otro”. Dominación y subordinación, amores y desencuentros.
En Chile y Latinoamérica un sistema representacional
religioso donde la imaginería mariana relaciona “lo mater” con lo femenino y “lo
hijo” con lo masculino, omitiendo el sentido de sexualidad. Fuga del “pater”,
que se llena con el “machismo”. Padre que en el estereotipo latinoamericano se
reemplaza por una figura masculina de un “Dios Todopoderoso”, un caudillo, un
militar, un equipo de futbol, un político, etc.. La figura masculina ausente
adulta, se troca así en presencia teñida de potestad y autoridad. La figura
simbólica masculina (conquistador) y la figura simbólica femenina
(conquistada), ambos coexisten en nuestra mentalidad, partiendo por el padre de
la patria Don Bernardo O’Higgins.
Se puede hablar de una existencia de una identidad
sexual propia de una síntesis cultural mestiza.
La “ilegitimidad jugó un papel esencial en la
formación de nuestra sociedad, y esto ha sido transversal a todas las capas sociales. En todos estos
países, incluyendo Chile, la necesidad de sentirse “hijos” es representada por
vírgenes madres que consuelan a sus vástagos oprimidos y sufrientes.
La sociedad latinoamericana fuertemente jerarquizada
desde sus inicios, ha reproducido patrones de comportamiento sexual donde la
masculinidad es exacerbada y se relaciona con la prepotencia y agresividad.
Masculinidad que se ve menoscabada al tener que someterse, a su vez a
relaciones de sumisión cada vez más crecientes, en su propio entorno laboral
para la conservación de sus empleos, dadas las crisis de pánico que ocasionan a
su vez las crisis económicas.
El creciente número de niños abandonados en Chile
por sus progenitores masculinos, constata una realidad que se generó desde el
tiempo de la colonia: padres ausentes, hijos de tal o cual español, las
instituciones denominadas “amancebamiento”, “barraganía” y hoy sumamos la
propia institución del matrimonio. Todo lo cual ha dado origen que el estado no
puede ya hacer caso omiso de esta situación y ha tenido que intervenir
legislando y sancionando a los varones que no se quieren hacer cargo de sus
hijos económicamente.
MASCULINO-FEMENINO. REINVENTAR EL SENDERO
Esta obra es solo el comienzo de una larga reflexión
temática llevada a la expresión artística: la relación de hombre – mujer. Pues
la cultura, que confiere a cada uno una confirmación de su identidad como
individuo, atañe en la misma medida a su identidad sexual.
Hoy en día
existe una gran grieta en la interacción habitual y en la articulación social,
debido a una larga historia de subordinación femenina a los cánones
establecidos.
Mi cotidiano
contacto con mujeres, a través de la educación, me permite percibir la
reproducción de un sistema de representaciones de apropiación de las ideas,
control abierto o sutil del pensamiento, de cánones impuestos conscientes o
inconscientes.
Se hace necesario crear sistemas de pensamientos
“posesiónales” desde diferentes puntos de referencia social, que permitan
afirmar la diferencia sexual no como “el otro”, en oposición binaria
convenientemente dispuesta para sostener un sistema de poder, sino como el
proceso activo de potenciar la diferencia que la mujer establece en la cultura
y en la sociedad.
La mujer no es ya “diferente de”, sino
“diferente para” poner en práctica nuevos valores. La
diferencia sexual, en primera instancia, representa la positividad de las
múltiples diferencias, en oposición a la idea tradicional de la diferencia como
“peyorativización”.
La historia
ha mostrado que el sexo ha servido de soporte a la organización social y a la
elaboración de valores.
Una reformulación completa nos transitará por
lugares históricos, donde ya no será necesario transitar por una
supervivencia hostil y objetivar a
otros, sino mostrar que el dominio de colaboración y dulzura que le era propio
a la mujer, es una experiencia social, digna de ser vivida.
FEMENINO: LOS NUEVOS ACTORES
Nos encontramos en el “umbral”, de un proceso
creciente de cambios estructurales, por una parte, producto de las condiciones
objetivas de relaciones de producción, que ha tenido que incorporar
obligadamente a la mujer como fuerza
laboral y, por otra, el desmoronamiento de un sistema simbólico donde la mujer
se encontró privada a su derecho de autodeterminación.
En este sistema simbólico, la mujer ha tenido poca
prominencia en el mundo del arte.
En general,
la doble labor de proveedora económica de las mujeres de diferentes estratos
económicos, las labores de dueña de casa u organización del hogar y dedicada a
sus hijos, no le deja espacios para replantearse nuevas representaciones y
valores culturales, en contraposición a tener que perpetuar por diferentes vías
la administración de “las crisis” de los tiempos posmodernos.
Nos encontramos en el umbral, en que se desmoronan
las certezas y se disuelven las identidades.
El inicio de mi obra, habla sobre el mundo íntimo y
privado de la institución primaria de la sociedad, donde los valores de la
sociedad matrística no han sido sometidos en su totalidad: el valor al respeto
mutuo, la solidaridad entre las mujeres y sus espacios colaborativos, la
intuición el apoyo mutuo ante la adversidad, la belleza del cuerpo, la armonía
de lo natural.
El éxtasis
por el universo, la vida y la trascendencia, entendida como proyectos humanos
infinitos, continuando “la caverna del
desatino”: imágenes aparentes de realidades fragmentadas.
NUEVOS
ÓRDENES SOCIALES A PARTIR DEL GÉNERO
A partir del siglo XX, se comienza a hablar de
la emergencia del mundo social de una nueva conciencia, el de la era
globalizada, un pensamiento unificador. Pero cuál sería éste. Se observa que
crecientemente la raza humana (principales responsable los que sustentan los
diferentes poderes) se va separando de la naturaleza, al instrumentalizar y
objetar su entorno. Esto incluye, sus relaciones sociales, económicas,
personales, con la tierra y todo lo que se mueve sobre su faz.
El concepto de dominio y apropiación
está implícito en todo el proceso de socialización, y esto es lo que permite
perpetuar el actual orden social económico,
desde la más tierna infancia, por medio de la velación de la mente y a
través de las diferentes instituciones de la sociedad.
La especie humana, se construye a sí
misma y cada individuo, hombre o mujer tiene responsabilidades sobre ella. La
era tecnológica es un umbral de mutación. Los geólogos concuerdan en que
después del año 2050, la especie humana habría sobrepasado el punto de retorno
y sería extremadamente difícil revertir el proceso de destrucción: el
calentamiento del clima, el derretimiento de los cascos polares, el saqueo de
los recursos naturales, el agotamiento de las energías no renovables, etc., de
seguir en esta carrera depredativa. En épocas anteriores, existían
alternativas, ya que la crisis no era globalizada. Hoy en día, es estructural y
terminal.
Es Global, ya que abarca todo el planeta, y
ningún segmento de la humanidad hoy está libre, ni tampoco ninguna forma de
vida. Es terminal, ya que la depredación de ninguna especie, incluida la mujer
y todos los seres humanos explotados no puede ser ilimitada.
Las mujeres debemos tomar conciencia
no sólo de género, sino de “ESPECIE HUMANA”. Vale decir, que nuestra mirada
hacia el futuro no sólo involucra paridad, sino modificar desde dentro los
soportes emocionales y cognitivos que sustentan una cosmovisión de un mundo
desequilibrado y caótico construido en base a guerras y depredación de las
especies, incluidas nosotras mismas.
Nosotras, hemos sido
instrumentalizadas por miles de años. El sexo ha servido de soporte a la
organización social y a la elaboración de valores. La mujer funciona, en la
norma social, como una señal semejante al lenguaje, señal que realiza la
sociabilidad. Esto implica necesariamente que hemos sido objeto de reproducción
de patrones de sociabilidad ambivalentes, dadas las condiciones objetivas de
los sistemas patriarcales. Hadas y brujas, habitan en nosotras, diosas
benefactoras o diosas vengativas.
Ambivalencias que conducen a
disfunciones sexuales. Por medio de la socialización acrítica, fomentamos el afán de poder, de la
competencia y del dominio en las nuevas generaciones. Reproductoras de sistemas
sociales que en la actualidad van en desmedro de nosotras mismas:
– El
98% de las riquezas de la tierra, está en manos de varones y sólo el 2%,
pertenece a las mujeres.
– En
el año 2003 de los 225 varones más ricos del mundo que posee el capital de
2.500 millones más pobres, de esos 2500 millones más pobres, el 80% son
mujeres.
– Se
gastan en armamento 780.000 millones de dólares, frente a 12.000 que se gastan
en la salud reproductiva de las mujeres.
Los Estados y los mercados no son
neutros en géneros. Operan a partir de desigualdades, en dinámicas asimétricas,
con respecto a los ciudadanos y ciudadanas.
Cualquier discurso, a partir de nuestro
género es considerado “sospechoso”.
Incluso al interior de los mismos hogares. El feminismo ha sido
degradado y despierta suspicacias incluso entre las mismas mujeres. Las
iniquidades en contra de la mujer institucionales o por medio de otras vías, no
sólo afecta al género, sino a toda la especie humana. Cualquier violentación
vía palabra, omisión o hecho repercutirá tarde o temprano en toda la raza
humana, en nuevos ciclos de deshumanización.
Por el contrario, una conciencia
basada en la solidaridad, reciprocidad mutua, sin afanes de dominación,
acumulación, instrumentalización elevará a la raza humana a un mundo sin
fronteras inimaginados al ser humano contemporáneo.
UNA NUEVA COSMOVISION
Una cosmovisión, basada en la reciprocidad y
la solidaridad. No está referida a grupos, instituciones u otros de dicha
índole propiamente tal. La paridad, sólo adquiere sentido, si los valores de la
institución primaria, tales como el afecto, el cuidado, la protección, la
justicia, se introducen como forma de vida y no ser absorbidos por los patrones
de conducta que se reprueban. No se
trata de adherirse a causas irreflexivamente, ya que los grupos y organismos
institucionalizados por lo general absorben mucha energía femenina, las cuales
debemos ser doblemente más eficaces para ser reconocidas en un mundo
fuertemente competitivo.
Se
trata de encontrar en nuestras propias profundidades del SER aquellos símbolos
y signos que nos permitan transitar por lugares luminosos y nutrientes. Un
nuevo lenguajear, cambiará nuestras maneras de relacionarnos y junto con ello,
la humanidad se hará a sí misma, incluso sus códigos genéticos. Todo se hereda,
incluso nuestros rencores. Si somos capaces de mirar desde más alto, no nos
veremos como enemigos unos con otros y el afán de posesionarse de las cosas
materiales o las personas, ya no tendría sentido, puesto que ese mismo afán nos
ha hecho infelices como seres humanos.
Esta cosmovisión, sólo se puede adquirir al
margen de intereses personales y de grupo, independiente de nuestras
afinidades. Sólo así posee solidez.
Esta cosmovisión, exige ver a todos los seres humanos y la tierra como
una unidad, ya que no somos al margen de ella. Quien es capaz de maltratar y
explotar a la tierra, maltrata y explota a la mujer: sacar desde dentro de sus
extrañas todas sus riquezas y reemplazarlo por un útero estéril. Una sociedad
que no se preocupa del bienestar de las mujeres, tampoco se preocupa de los
niños, ni nada que pueda parecer más débil o sin importancia.
SOMOS PARTE DE UN TODO MAYOR
Existe una solidaridad cósmica entre los seres
humanos, los seres vivientes y la tierra. Todos somos parte de un todo mayor.
Hay una interdependencia mutua de unos con otros y de todos entre sí.
El hombre y
la mujer concebidos como responsables de las leyes cosmogenéticas que rigen el
curso de la vida.
Vida que se viene generando hace 3.800 millones de
años.
Y todas se entrelazan entre sí con redes de Inter.-retroconexiones,
conformando una totalidad única, compleja y diversa.
Así, la sexualidad emergió hace mil millones de años
como un momento avanzado de la vida. El universo conoce bifurcaciones y es un
sistema abierto cargado de sorpresas.
Pero también existe la llamada flecha del tiempo,
que apunta siempre hacia delante y hacia arriba, constituyendo órdenes cada vez
más complejos e impregnados de espíritu.
El hombre y
la mujer como resultado de esa flecha y la construcción histórico-social de los
sexos. Tendencia que apunta a la reciprocidad y a la complementariedad.
NO HAY TIEMPO PARA
RESENTIMIENTOS
De acuerdo a las investigaciones
arqueológicas las relaciones masculinas-femeninas armónicas fueron las más
largas.
Duró un millón y medio de años, en equilibrio
con la naturaleza y permanecen en el inconsciente colectivo. Es nuestra
permanente añoranza de un al parecer paraíso perdido. La raza humana como
especie, fue producto de la solidaridad mutua. La violencia es reciente en la
historia evolutiva humana.
En las primeras etapas de la humanidad,
hombres y mujeres vivían integradamente. Con el advenimiento de la fase
patriarcal y la introducción del sometimiento por medio de la violencia, donde
lo masculino se apropia del dominio público y lo femenino supeditado a espacio
privado. (No se habla de hombres agresores o mujeres víctimas propiamente tal.
Sino de sociedades patriarcales estructurales que dan origen a un tipo de
pensamiento y que generan condiciones opresivas).
En la cosmología
androcéntrica los valores misóginos
adquieren soberanía, como una manera de perpetuar los nuevos órdenes de
dominio.
Sin embargo, nadie se queda ajeno al
sufrimiento. Más o menos, todos heredamos las heridas de nuestros predecesores:
hiperracionalidad, resentimientos, angustias, racismos, heridas mentales, disfunciones, soledades,
ambiciones desmedidas, hambres de venganza, hambres desmedidas de acumulación,
etc. Ricos y pobres, hombres y mujeres, niños y adultos todos víctimas y victimarios
de una percepción de mundo que nos está asesinando como especie humana.
No hay ya tiempo de resentimientos. Todos
conocemos las grandes desigualdades, podríamos adentrarnos en tomos y tomos de
estadísticas. No se pretende aquí cambiar o adaptar las herramientas
ideológicas del “opresor” para que puedan se usadas en contra de éste y a favor
del “oprimido”.
Lo que se sugiere es cambiar a través
de todos los medios pertinentes y existentes un cambio en los símbolos que reflejan los valores de
nuestra sociedad, incluyendo los símbolos religiosos, políticos, educativos,
etc. La mayoría, han servido para justificar la opresión. Los símbolos
opresivos se desvanecen cuando ya no poseen los sustentos y pilares que los
erigen.
Es necesario hacer conciencia que tanto los que manejan los poderes y los que
son objetos de él mismo recurren a los mismos símbolos para definir sus
relaciones sociales y divinas: una compleja interrelación de roles de autoridad
y sumisión, en los diferentes estamentos, en que nos encontremos ubicados. Ambos papeles son igualmente destructivos en
una interacción saludable, puesto que los unos y los otros se sitúan en calidad
de objetos. Los unos siendo objetos de su propio poder, para poder mantenerlo y
perpetuarlo y los otros desautorizados en su propia autoestima.
Un cambio sustantivo y cualitativo de los
códigos que legitiman concepciones que mantienen a la humanidad sometida a un
estado infantil, como estado de velación de la humanidad es un punto de partida,
para reconstruir los senderos que en la actualidad se han tornado brumosos.
No hay tiempo para resentimientos o
venganzas,
por muchas heridas que individualmente hayamos recibido a través de nuestras
vidas, sean nuestros padres, hermanos, vecinos, profesores, grupos políticos u
otros enemigos declarados o tácitos.
La mujeres como seres humanos contamos
con toda un bagaje orgánico, perceptual y sensorial que nos abre a la
experiencia del ser. Ser es el verbo que establece las relaciones de
profundidad en todos los verbos, tales como intuir, razonar, amar, imaginar,
hacer, actuar, así como la valentía, la esperanza y el juego que están siempre
ahí cuando realmente estamos viviendo.
Desde dentro del actual sistema de
cosas, siempre seremos marginales y tendremos que “pelear” nuestra cuota de
poder, participación o paridad.
No es desde aquí que yo planteo vivenciarnos.
Sino desde otro plano que nos valide por nosotras mismas, sin tener que acudir
a entes ajenos, para ello. Un replantearse, no desde un segmento de la
humanidad, sino como especie humana, que no puede sobrevivir individualmente y
ajena a la totalidad del planeta.
La globalización depredadora, como se
tiene conocimiento, ha nacido por la necesidad de las comunicaciones
instantáneas, vía red de trueques comerciales, que enriquecen al minuto a
personas individuales y empobrecen a millones de personas simultáneamente.
También es capaz de bombardear simultáneamente millones de mentes acríticas,
hegemonizando razonamientos y manipulando mentes.
Sin embargo,
esta era global, también da la posibilidad que otros seres humanos críticos,
propongamos con más fuerza nuestra conciencia colectiva de “ESPECIE HUMANA”, la cual fue la que dio paso del estado animal a
ser humano, provistos de emociones, creatividad, reciprocidad, intercambio,
inteligencia, libertad, etc..
Es por esta razón, que las mujeres como
género, tenemos muchas tareas por delante:
debemos velar no solo por nuestra integridad, sino el de toda la raza
humana, la cual no se sustenta a sí misma sólo como especie, sino que está
interrelacionada con todas las especies y el planeta en general. Lo cual no
significa, un estado de neutralidad ideológica, como algunos entienden o un
estado pasivo y cómodo de enfrentar la vida. Por lo general, somos utilizadas
por todas las concepciones, en beneficio de segmentos de la humanidad. Por el
contrario, esta manera de percibir nuestra realidad nos hace comprometernos más
en la gestación de un futuro común a la humanidad y a la tierra, casa de todos
los vivientes
ESPECIE HUMANA: CONCEPTO
FUNDAMENTAL QUE ENGLOBA UNA VISION DE FUTURO
Dice Humberto
Maturana: “No es el conocimiento, sino el
conocimiento el que obliga. No es el saber que la bomba mata, sino lo que
queremos hacer con la bomba lo que determina que la hagamos explotar o no.
Esto, corrientemente, se ignora o se quiere desconocer para evitar la responsabilidad
que nos cabe en todos nuestros actos cotidianos, ya que todos nuestros actos,
sin excepción, contribuyen a formar el mundo en que existimos y que validamos
precisamente a través de ellos, en un proceso que configura nuestro devenir.
Ciegos ante esta trascendencia de nuestros actos pretendemos que el mundo tiene
un devenir independiente de nosotros que justifica nuestra irresponsabilidad en
ellos, y confundimos la imagen que pretendemos proyectar, el papel que
representamos, con el se que verdaderamente construimos en nuestro diario
vivir”
Todas las
especies vivas funcionan por medio de mecanismos que favorece a toda su
especie. No ocurre así en la raza humana.
La especie
humana está sumamente dividida, motivo por la cual los intereses de un grupo es
diferente con el de otro e incluso antagónico hasta la muerte.
Es el momento ya
de ascender a una nueva conciencia, no parcial, sino planetaria, tanto como
género humano como seres que habitamos en una misma casa “nuestro planeta
tierra”. El hecho de adoptar una conciencia de género humano podríamos llegar a
ascenderá a modos de vida inimaginables.
Observando las
leyes del universo tales como la solidaridad cósmica, porque todo está
interrelacionado e interconectado.
Nada queda
excluido, ni un miserable polvo del planeta. Cada cual es cómplice y
responsable de la vida del otro. Es en esa sinergia que la vida funciona.
Cada ser humano,
desde su propia perspectiva, en el lugar en que se encuentra ubicado, puede
hacer la nueva sinergia, las asociaciones, las redes.
COMO HUMANIDAD CRUZAMOS
UN GRAN UMBRAL. APOSTEMOS POR EL SUEÑO
COLECTIVO Y DEMOS NACIMIENTO A UNA NUEVA HUMANIDAD.
Las nuevas
investigaciones acerca de genética y cultura demuestran que existe la
posibilidad de realizar cambios favorables para todo el género humano. Por el
contrario, cuando hay una falta de adecuación entre un factor u otro se produce
un desajuste biogénico y antropogénico. Estudios entre genética y cultura dicen
que:
“Esto
es, la constatación desde las ciencias biológicas, la genética y las ciencias
sociales y psicología del desarrollo, de que los cambios en los niveles
físicos, biológicos, sociales, culturales y psicológicos se integran de manera
dialéctica en una reorganización sistémica que transforma todo el programa
genético. Gottlieb (1996) ha propuesto el nombre de epigénesis para
caracterizar ese proceso integrado y flexible, continuamente renovado, que se
da en cada organismo humano. Elder y Glen (1996) sostienen que los cambios
socioculturales históricos que estamos viviendo están de hecho transformando el
proceso y el producto mismos del desarrollo humano”.
El
comportamiento sexual, con las armonizaciones y conflictos que comporta, se
forma y se desarrolla a medida que el ser sexuado, dotado de determinadas
características genéticas, entra en interacción con el medio socio-cultural
específico y sus estímulos singulares. Cuando ocurre una sintonía entre
equipamiento genético y medio se instauran algunos comportamientos benéficos.
Una de las
principales funciones que hemos tenido las mujeres a través de la historia de
la humanidad, ha sido dar a luz y cuidar del nuevo vástago. En la actualidad,
el llamado no es solo a las mujeres, es también a todos los hombres a dar a luz
una nueva humanidad. Ampliar nuestras concepciones , propios de un
segmento y ampliar nuestras percepciones
al de categoría “GÉNERO HUMANO”.
Este en total dependencia con nuestro planeta Tierra. En el UMBRAL, corremos grandes riesgos. Pero
en tiempos críticos, ha sido demostrado que se pueden desplegar todas las
energías de reserva, para hacer conciencia que los unos con los otros somos
interdependientes en todos los aspectos y como raza humana tenemos un destino
común. Se hace necesario una sociedad global sostenible, en armonía con la
naturaleza y con todos los seres humanos.
ES
NECESARIO CONSTRUIR UNA CIVILIZACION DE PAZ. El amor, el cuidado
recíproco, la compasión y todas las cualidades que por miles de años se han
reservado solo a unos pocos elegidos, o que son cualidades de mujeres, es una
experiencia posible de ser compartida por todo el género humano. Hombres y
mujeres unidos en un destino común, en una conciencia planetaria, elevará a la
raza humana a horizontes inimaginados, asevera Humberto Maturana, en su libro
“El árbol del conocimiento”.
Una de las
principales funciones que hemos tenido las mujeres a través de la historia de
la humanidad, ha sido dar a luz y cuidar del nuevo vástago. En la actualidad,
el llamado no es solo a las mujeres, es también a todos los hombres a dar a luz
una nueva humanidad. Ampliar nuestras concepciones de intereses parciales,
propias de un segmento y volcar nuestras energías al de categoría “GÉNERO HUMANO”. Este en total
dependencia con nuestro planeta Tierra. En el UMBRAL, corremos grandes riesgos. Pero en tiempos críticos, ha sido
demostrado que se pueden desplegar todas las energías de reserva, para hacer
conciencia que los unos con los otros somos interdependientes en todos los
aspectos y como raza humana tenemos un destino común. Se hace necesario una
sociedad global sostenible, en armonía con la naturaleza y con todos los seres
humanos.ES NECESARIO CONSTRUIR UNA
CIVILIZACION DE PAZ. El amor, el cuidado recíproco, la compasión y todas
las cualidades que por miles de años se han reservado solo a unos pocos
elegidos, o que son cualidades de mujeres, es una experiencia posible de ser
compartida por todo el género humano. Hombres y mujeres unidos en un destino
común, en una conciencia planetaria, elevará a la raza humana a horizontes
inimaginados. Dice Humberto Maturana, en su libro “El árbol del conocimiento”.
BIBLIOGRAFÍA
1. “Femenino y
masculino”, Leonardo Boff y Rose Marie Muraro. Edit. Trotta, 2004
2. Tiempo de
Trascendencia. El ser humano como un proyecto infinito”. Leonardo Boff. Ed. Sal
Tarrae,
3. “Ética y
Moral. La búsqueda de los fundamentos, Saltarrae Santander, 2003, Leonardo Boff
4. C. Duve, Pollera vital: a vida como imperativo
cósmico, Campus, Sao Paolo, 1997.
5. “El sentido de lo humano”, Humberto Maturana,
Dolmen Mundo abierto, 1996.
6. Humberto Maturana y Francisco Varela. El
árbol del conocimiento. Editorial universitaria. 1986
7. “Dios
nació mujer”, Pepe Rodríguez, Ediciones grupo zeta, 1999
8. “El
mito de la Diosa” Evolución de una imagen, Anne Baring y Jules Cashford, 1991
9. “Mujeres en
la era global”. Contra un patriarcado neoliberal, Victoria Sendón de León,
Icaria Más madera, 2005