EL ARTE DE JUGAR

EL ARTE DE JUGAR

Los padres siempre habían querido que su única hija fuese una deportista profesional. Él, horas de sol a sol, arando los campos para recoger meses más tarde la siembra; miles de puntadas, ella, para sacar unos cuartos extra para llevar, según ellos, una mejor vida. Todo ello por un único objetivo, durante la reflexión cada noche antes de ir ambos bien cansados a dormir: la niña debía de educarse y alimentarse bien y alternar muchas actividades de deporte.

No eran aquellos unos tiempos en los que se pensaba que los hijos debían de ser deportistas. Pero ese era el gran sueño del padre, que quería haber sido ciclista como Luís Ocaña, y que había convencido a la madre, su esposa, humilde como él, para serlo, aunque luego ni lo intentase. El de ella iba más encaminado, como había sido en parte educada, a conseguir un gran mozo con el que emprender su vida, mejor vida que la que fue la de los dos juntos, en especial la del principio. El que hubiese sido hembra su único vástago no impidió al padre soñar despierto todos los días.

Pero el tiempo fue manejando su andadura por otros derroteros. Aunque la niña era alta y de jovencita iba mostrando buenas maneras en algunos deportes como el baloncesto y el voleibol, deportes en los que las mujeres podían encontrar cierto escape y en esa época no estaba mal visto que los practicasen como otros, se le daban muy bien también las artes, en especial la pintura y otras manualidades.

Ella quería al menos ver contentos a sus padres, cuando con su bolsa de Puma iba con sus compañeras de equipo en bus a la capital para competir en la liga regional de baloncesto. En esa bolsa de deporte llevaba también un gran bloc de hojas para pintar y una caja de lápices de colores Alpino, con los que se deleitaba pintando y diseñando estructuras de formas y diseños que ya presagiaban que tenía talento para llegar a ser algo, y pronto, el día de mañana.

Un día le había confesado a su madre que de mayor quería ser artista plástica; al principio su madre no entendió como alguien con los plásticos podría ganarse la vida. Ya casi en edad para ir a la universidad tuvo que explicarle de qué se trataba realmente. La madre la animó a seguir haciendo mucho deporte, para que el papá se alegrara con las medallas y trofeos con los que de vez en cuando llegaba a la casa, y de la misma manera a que cumpliera su sueño, si era eso lo que realmente quería hacer.

Los años pasaron y durante los de la universidad de la hija, con las ganancias que habían conseguido durante los duros años de trabajo y la venta de la casa y la tierra, que por casi un siglo él y sus antepasados habían trabajado hasta la saciedad, decidieron mudarse a la ciudad para estar también más cerca de ella.

El campo ya no daba mucho para vivir, y una tal entrada a un espacio económico que él nunca llegó a entender ni antes ni después de qué iba la cosa, fue un gran mazazo para una parte del mundo agrícola. Su pequeña parcela de tierra no iba a salir favorecida por ese gran acontecimiento, al menos eso es lo que trataron de explicarle en el Sindicato de Agricultores y Peones Agrícolas de su comarca.

No se lo pensó dos veces y a la primera oportunidad que tuvo actuó. Al poco tiempo ya se vio en otra parcela, ahora de asfalto y humo, pero acorde a lo que los nuevos tiempos ya exigían. Saldrían adelante con su pensión y con los trabajos que ella conseguiría como costurera, y pronto con los éxitos de su hija. Ella tenía que estudiar mucho y en ese ambiente de ciudad y moderno se cuajaría como una gran deportista que debía de ser, porque talento y ganas no le faltaban.

El tiempo ha pasado y el nuevo siglo casi apareció de un momento a otro, los trofeos siguieron llegando, aunque con menor frecuencia cada vez, para terminar de llenar las estanterías del pequeño piso de los padres. La hija ya era mujer, esposa y madre, y una gran profesional consagrada en toda la región como artista; sus cuadros y esculturas lograban destacar en exposiciones y certámenes, y con ello había logrado ganarse la vida.

Había logrado también ser capitana del equipo de voleibol que había conseguido jugar en la segunda división nacional, y ofertas para jugar en los mejores equipos de la primera nunca le faltaron.

Su padre estaba conforme y feliz con los logros de su hija y nunca faltó a ningún partido para animarla, aunque fuese a bastante distancia de su ciudad.
En una ocasión, cuando la televisión regional entrevistaba a su hija tras la celebración de una ajustada pero merecida victoria ante uno de los grandes favoritos del campeonato, le quedó grabada para siempre la respuesta que ella había dado al medio y que luego fueron motivo durante un tiempo para tertulia y debate en algunos medios de comunicación.

Para él fue una lección magistral, de cátedra de universidad, cuando el entrevistador le preguntó por qué no terminaba de fichar por un equipo grande, y entre ellos el de la capital, cosa que sin duda la ayudaría y mucho para dar otro salto, como el de jugar en la selección nacional.

La respuesta casi la recita de memoria todavía cada vez que tiene ocasión, y sobre todo, todo orgulloso, junto a su café descafeinado que suele tomar a menudo con sus amigos en las tardes en la Asociación de Vecinos del barrio donde vive.

Yo probablemente podría aspirar a eso, entrenando mucho y siendo muy disciplinada. No dudo que lo intentaría y pienso que estoy preparada para ello. Pero el destino, la suerte, y por encima de todo lo que mis padres me han dado, han contribuido en mucho para contar con este don que creo tengo en mis manos, el de darle, además de al balón, a los pinceles y al barro. Quiero seguir disfrutando con los tres, sin centrarme en uno solo. Me enriquezco más y me hago feliz a mí misma, y a los demás, en especial a mis padres y familia; por ellos juego a la pelota, creo que bien, y eso es arte, para mí lo es. Con las manos disfruto también dejando en papel y en arcilla lo que la vida en general nos enseña. Vi de pequeña y sin tapujos el trabajo duro de sol a sol, e incluso de noches, de mis padres, y eso me sirve de inspiración y mucho para mis obras. No seré lo suficientemente famosa ni en un arte ni en otro, pero para mí no se trata de que te conozcan más o menos, de que seas noticia o no. Lo que quería lo estoy consiguiendo, que incluye también hacer feliz a la gente que juega contigo, al adversario, al que sigue el juego; como igualmente al que observa un cuadro o una figura de barro, y ese rato de reflexión sobre esa obra de arte te pueda trasportar también al juego, aunque no sea o mejor dicho no parezca del todo una actividad física.




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