⸻LA ESPOSA INFIEL⸻

⸻LA ESPOSA INFIEL⸻

Estuvo
toda la fría mañana en su despacho con fuerte dolor de muelas al que intentaba
ganarle la partida concentrándose en el trabajo acumulado de la semana. Le
habían llamado a primera hora de la clínica dental y posponerle la cita al día
siguiente; temió que le esperaba otra jornada almorzando batidos de frutas
sorbidos por pajita para no tentar a la pieza afectada.  

Mientras
revisaba los expedientes apilados en su mesa y recababa información del viejo
ordenador a través de la hemeroteca del principal diario de New York, hace un
breve paréntesis en su fijación en una fotografía del incendio de la vieja
fábrica Nixon & Hijos tan solo unos meses y a la que el seguro no daba
demasiada credibilidad de incendio fortuito, contratándole a él, que era de los
más prestigiosos detectives de la ciudad por el porcentaje de casos que lograba
esclarecer, incluso algunos dados por imposible por la policía y acabando en
los estantes más olvidados de los archivos de comisaría. suena el interfono con
la voz de su fiel secretaria:

D. Luis, está aquí un caballero que desea
ser atendido por usted.

Juliet…, pásalo a Alfred, yo tengo mucho
trabajo que hacer.

Lo sé señor, pero salió a desayunar y aún no
ha regresado. El caballero parece inquieto y le he dicho que pasara a la sala
de espera.

Maldita sea la hora que me asocié con semejante
holgazán
. ⸻Dijo refunfuñando el detective por el prolongado desayuno de su
compañero, mientras seguía presionando el botón de encendido del interfono⸻.

⸻¿Cómo
dice señor?

Nada Juliet…, pensaba en alto, eso es
todo. Muy bien…, haga pasar al cliente a mi despacho.

Mientras
trataba de adecentar su escritorio de toda clase de documentos diseminados por
él, abre la puerta la secretaria, seguida del caballero.

D. Luis…, el Sr. Jacob.

Y se levanta
atento el detective para estrechar su mano.

Pase por favor…, no se quede ahí. Tome
asiento si es tan amable.

Hacia
él se dirige un señor elegantemente vestido con abrigo y bufanda oscuros. El
hombre parecía preocupado y solo se limitó a darle la mano, sentándose en uno
de los sillones de piel.

Gracias Juliet. Cierra al salir por favor.

Cuando
se quedan los dos solos, el Sr. Luis se queda extrañado de la actitud de aquel
hombre al que parece incomodarle tanto la situación, que le tiene cabizbajo,
como queriendo introducir la cabeza debajo de la mesa, cual un avestruz. Al
sentarse en su mullido sillón Capitoné, comienza el detective a romper el hielo
del asunto:

⸻Veamos…;
Sr. Jacob…, ¿no es cierto?

Así es. Me llamo Benjamín Jacob…; son los
nombres de mis dos abuelos judíos que emigraron desde muy jóvenes a los Estados
Unidos y que caprichosamente mi señora madre, me puso en honor a ellos.
⸻Dijo
el caballero, acomodándose poco a poco a la cálida conversación que le ofrecía
el gentil detective⸻.

Vaya…; dos distinguidos nombres que supongo,
lleva usted con orgullo.
⸻Le responde el detective con la idea de
congraciar con tal alegato de presentación⸻.

Y.…, ¿en qué puedo ayudarle Sr. Benjamín?

Jacob…, por favor, me conocen por el
segundo nombre.
⸻Matizó el quisquilloso caballero⸻.

⸻El
detective…, que era un hombre integro al que difícilmente se le sacaba de
quicio, abre con disimulo el cajón del escritorio donde tiene el retrato de su
novia y de la que se había acordado en ese mismo instante, cuando ella, una
mujer de un talante sensato, siempre le suele recalcar: “Antes de decir alguna bobada de la que te arrepientas, traga saliva y
pon los ojos de la mente en otro sitio”.

Usted dirá que precisa de mí, Sr. Jacob.

Verá…; he venido hasta usted siguiendo el
consejo de un amigo que fue cliente suyo y dice que es el mejor. Lo cierto es
que quedó gratamente satisfecho cuando le resolvió el problema de…
⸻antes
de terminar de exponer el caso de su amigo, el competente investigador,
haciendo gala de su inviolable ética de confidencialidad, le interrumpe
discretamente como un resorte, cambiando de conversación⸻.

No hace falta que me dé usted detalles, no
lo recordaría, aunque quisiera. Son ya más de cuarenta y cinco años de
profesión…, ya me entiende.

Y
abre una caja de cigarrillos, que ofrece al cliente. Ante la negativa de este,
el detective le pregunta:

⸻¿Le
importa que fume?

El
Sr. Jacob, hace nuevamente un gesto negativo con la cabeza e intenta proseguir
exponiendo el motivo de su visita:

Como le venía diciendo, me avergüenza mucho
el venir a estos sitios, a mí nunca me hizo falta. Era dichoso porque tenía una
esposa adorable en la que jamás percibí nada extraño en su conducta. Pues
bien…, de un tiempo a esta parte la veo muy extraña. Siempre fue una mujer
hogareña que se pasaba el día escribiendo novelas de amor y cuando yo llegaba a
casa ya me disponía la cena y mis zapatillas junto a la lumbre…; en fin, lo
que se dice la esposa ejemplar que todo hombre quisiera tener.

Indudablemente mi querido amigo. Prosiga por
favor.
⸻Y mientras exhala el humo del cigarro, enciende la grabadora de
encima de la mesa para documentarse del caso.

Pues…, me complacería contar con sus
servicios pues ella suele salir todas las tardes a eso de las cinco de la
tarde, según me ha dicho la doncella y ya no vuelve hasta las diez u once de la
noche; algo impropio en mí esposa. Me gustaría que se excediera usted en su
discreción, que me consta que lo es. Quiero que entienda que amo demasiado a mi
esposa y me juego mucho; no me perdonaría equivocarme y que ella supiese de mis
desconfianzas. A lo mejor estoy llevando lejos mi acalorada mente y puede que
sea cierto que ha retomado sus relaciones con las amigas de mus con las que me
asegura que queda para jugar.

El
Sr. Luis esboza un gesto de incomprensión en su rostro y le dice:

Perdóneme, pero no le sigo.

Verá…, lo que quiero
que entienda es que seré escueto en detallar nada y solo contará usted con el lugar
del domicilio. Aquí le dejo las llaves de la vivienda contigua que era de mi
padre hasta que falleció y está en desuso. Procure no dejar luces encendidas
mientras permanece allí porque ella sabe de sobra que la casa permanece
desocupada, a pesar de su insistencia en que la alquiláramos. Usted solo tiene
que estar pendiente de sus salidas
a las cinco en punto de la tarde y seguirla.
Aquí le dejo un listado de los domicilios de sus amigas por si se dirige a
alguno de ellos…; ojalá que así fuese.

El
detective, que frunce el ceño en actitud de inconformismo, le dice a continuación:

Usted me perdonará, pero esa no es mi manera
de trabajar. Lo habitual es que el cliente te proporcione una serie de datos y
fotografía de la investigada y lo demás corre a mi cuenta. Me limita usted mi
poder de decisión y maniobrar y creame que no aceptaré su caso. ¿Ve esa pila de
papeles? Pues son todos clientes que lleva este prestigioso bufet y es por ello
que agradezco su…
⸻En ese instante, es interrumpido enérgicamente por el
Sr. Jacob, que le brinda una suculenta oferta:

Le pagaré veinticuatro mil dólares. Doce
ahora mismo, extendiéndole un cheque al portador y los otros doce cuando haya
concluido el trabajo de investigación.
⸻Dijo sin vacilar el Sr. Jacob,
sacando de su abrigo un talonario y una pluma estilográfica⸻. 

⸻El
Sr. Luis, sorprendido y sin reacción por la gentil suma que ofrece el caballero
y apagando la grabadora para no dejar prueba de tales honorarios a su cretino
socio, exclama:

Imagino que me está hablando totalmente en
serio…, ¿no?

Absolutamente. Entre mis cualidades, no
destaco precisamente por el buen humor.

Ya imaginaba yo que un descendiente de
judíos no tuviera un nivel elevado, como suelen tener ustedes.
⸻Dijo el
asombrado detective a media voz⸻.

⸻Escríbame
usted aquí, si es tan amable, la dirección de su casa y mañana mismo comenzaré
la investigación. Mientras el cliente escribe en un folio, le responde al
comentario:

Ya ve usted…, no me ha ido mal del todo.
Soy hijo único y mis padres disponían de fábricas de muebles y otros. La vida
ha sido en ese sentido generosa…, pero créame que no estimo nada si no tengo
el cariño de mi dulce esposa.

Le entiendo. Déjelo en mis manos y
contactaré pasados unos días nuevamente con usted. Por cierto…, ¿su señora es
rubia, morena…? lo digo para distinguirla de la sirvienta que me ha dicho que
también tienen en casa.

 

⸻Morena;
tiene un pelo negro intenso y casi siempre lo lleva recogido; sobre todo cuando
tenemos visitas o cuando sale de casa.

Pasaron
los días y el investigador, fiel a su compromiso profesional, se estableció en el
domicilio del fallecido padre de su cliente. Llevó consigo algunas mantas y
alimentos para permanecer varias horas observando desde las ventanas al porche
principal de la enorme casa palaciega del Sr. Jacob.

Esa
tarde era lluviosa y el Sr. Luis se había acomodado en un viejo sillón que
aproximó a la ventana para tomar instantáneas de su esposa cuando saliera del
domicilio conyugal hacia la rutinaria ruta hasta sus supuestas amigas con las
que jugaría supuestamente al mus. Un arcaico reloj de pared le alertó de las
cinco. Enciende su cigarrillo y observa entre los visillos con unos prismáticos
de gran alcance. Una llamada inoportuna a su teléfono suena insistentemente. Él
reacciona rápidamente para que el sonido no sea escuchado en la casa de al lado
y ser sorprendido. Responde:

⸻¿Sí? dígame.
⸻Responde en voz baja⸻.

Hola amor mío, soy yo Laura. ¿Por qué hablas
tan bajo? ¿te he pillado en horas de trabajo?

Hola mi vida…, ya sabes que los detectives
no tenemos horario. ¿Cómo estás?

Bien…, ya sabes, como siempre, echándote
mucho de menos.

No me digas esas cosas que soy capaz de
dejar todo y acudir donde tú estés para devorar esos labios que me vuelven loco
de remate.

Qué bobo eres…, solo me quieres para
complacerte.
⸻Y ríe con coqueteo⸻.

Por cierto…, ¿quieres que nos veamos en mi
casa esta noche? Me puedo pasar por aquel restaurante asiático que te gusta
tanto. Tengo ganas de verte.
⸻Dijo el detective.

⸻Imposible cariño…, ya
quisiera. Yo también tengo ganas de verte, pero salgo hoy mismo para Manhattan.
Mis padres han vuelto a discutir como siempre y es necesario que vaya unos días
con ellos hasta que se apaciguan las aguas. Ya sabes…, cuanto más mayores
están, más niños parecen.

Me consta. Y…, ¿cuándo estás de vuelta? ⸻dijo
el detective entristecido­⸻.

Pues probablemente el lunes…; ya sabes que
no me gusta viajar los domingos, hay demasiados coches por las avenidas.

Vale mi vida. Pospondremos la cena para
entonces. Te dejo que tengo un seguimiento. Besos a tus padres.

Te quiero Luis. Se los daré de tu parte.
Adiós.

En
ese momento, tras los ladridos de su perrita, sale la señora de la casa en
dirección hacia la parte lateral de la vivienda donde se encontraba su coche
rojo brillante. La esposa llevaba un pañuelo en la cabeza y unas enormes gafas
de sol, a pesar de que el sol no había hecho acto de presencia esa tarde. Iba
apresurada bajo un paraguas en el que se guarecía de la constante llovizna.

El
detective la observa con detenimiento con sus potentes prismáticos e intenta
enfocar su rostro, siendo tarea imposible por el paraguas. Luego le enfoca su
esbelto cuerpo y exclama para sí:

Vaya con la señora de la casa. Madre mía que
mujercita tan atractiva. No me extraña que su esposo esté preocupado por un
bombón así; yo también la tendría entre paredes solo para mí.

Al
subir la mujer al auto y encender el motor, el detective tira la colilla de su
cigarrillo en el interior de un jarrón chino y cierra la tapa de cartón de la
pizza que se dejó medio a comer y sale por la puerta de la cocina de la
vivienda, donde a poca distancia se hallaba su vehículo.

Parecía
que llevaba prisa la esposa del Sr. Jacob, pues corría a toda velocidad con su
deslumbrante auto por las avenidas principales y más transitadas de la ciudad.
Él ya tenía demasiada destreza para perderla de vista. En contadas ocasiones
han podido darle esquinazo a tan excelente detective. Resultaba casi imposible
pasar desapercibido en aquella selva de vehículos un magnifico Cadillac rojo
intenso. Tras un semáforo, observa que gira a la izquierda y estaciona junto a
un bloque de viviendas de un barrio de gente obrera. Se baja del vehículo y se
introduce en el edificio con cierta seguridad, como si conociera ya el lugar de
otras ocasiones. El la observa, disparando el objetivo de su cámara desde el
interior del coche para no ser visto.

Ya te tengo distinguida dama. Haber que
narices vendrás tú a hacer a unos suburbios como estos.
¿No te hacía lo suficientemente feliz el
singular Sr. Jacob? necesitas desfogar
tus
pasiones con algún jovenzuelo a quien mantienes con el dinero de tu marido.

⸻Dijo para sí dando casi por concluido el trabajo encomendado y obtener la otra
cuantía estipulada⸻.

Al
cabo de un momento en que el Sr. Luis esperaba en el interior del coche,
cronometrando tal vez el tiempo del idilio de la esposa con su amante, se
percata de que dos personas salen del edificio. Era la mujer del Sr. Jacob en
actitud cariñosa con un señor de mediana edad y de aspecto latino.

El
detective se cubre el rostro con un periódico como si leyese. Cuando la pareja
pasa junto al vehículo el mundo se desplomó para el Sr. Luis que pudo reconocer
la voz de su amada Laura que parecía muy feliz del brazo del apuesto caballero.
Jamás hubiera pensado que su novia, de la que sabía que estaba casada, fuera la
esposa de su cliente. El Sr. Luis no daba crédito a lo que veían sus ojos.
Creía estar acostumbrado a todo lo que concierne a las infidelidades, aunque
nunca imaginó que él sería víctima de ella. Miraba con disimulo por el
retrovisor del auto para constatar que era realmente ella; su chica de cabello
negro intenso siempre al viento, excepto cuando estaba en casa que se lo solía
recoger. Pobres Sr. Jacob y Sr. Luis con lo que querían a la misma mujer y
habían sido traicionados por una tercera persona.

Tras
unas espesas lágrimas de dolor. Lanza por la ventanilla el cigarrillo y detiene
su coche junto a una papelera donde, después de reflexionar un instante, saca
de su chaqueta el sobre con el cheque de doce mil dólares y lo deja caer al
interior.

La
vida sigue…, sí, pero ya no será igual.

 




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