Muertos en vida
Seguimos presentes, al pie del cañón, con tiritas en
las manos para curar las heridas de los corazones que van cayendo a
nuestro alrededor. La madurez de mis días mandó tapar mi boca con
una gruesa venda de la más agría sensatez, por no estrellar mis
palabras contra el muro de vuestra maldita razón. Mientras, escucho, y
escucho, sin interrumpiros por no molestar, o quizás por miedo a
volver a escuchar el patriótico “a por ellos” con el que habéis
colmado vuestras bocas en masa. Decidme, es simple curiosidad ¿A por
quién vais? ¿A por mi hijo de siete años?¿A por mis padres de
casi setenta?
Muchos de nosotros somos hijos de inmigrantes que os
podemos asegurar que el conocer culturas e idiomas, enriquece y no
escuece. En nuestras casas hemos pasado del respeto al insulto, y eso
es porque hay algo que no funciona, ásperos temas que se han de
limar, y para conseguirlo primero hay que sentarse a hablar. Pero nos
hemos encontrado con un gran escollo, porque el machacar y humillar
vuelven a estar de moda y llenan las urnas de votos, mantienen a
ladrones y a corruptos en sus sucias poltronas antes de que puedan
disfrutar de su ansiada puerta giratoria. Tened presente que la razón
es un enorme pastel dónde todo el mundo tiene su porción. Olvidaros
de lo que os han dicho, la razón no es única e indivisible, tampoco
se esconde bajo la corrupta toga del 155, ni se escuda tras los
golpes de las porras en procesión. Escuchad y abrid mentes, sed
libres, porque lo que esta en juego no es la puta razón, sino el
presente y futuro de nuestra gente. Mientras, los que seguimos
ahogando nuestras voces en el impuesto silencio de vuestra patriótica
razón, continuamos muriendo amargamente un poquito más cada día.