Tarea de verano

Tarea de verano

Y ahí estaban, sentados en el sofá de aquella casa tan pintoresca, la cual se encontraba sumida en un profundo silencio. Aquellos niños habían estado esperando con toda la paciencia que un niño de siete años podía tener, ósea poca. Cada uno se entretenía como podía. Darcy, una niña de ojos claros y cabello rubio, trenzaba una y otra vez su cabello mientras agitaba sus pies de un lado a otro de manera suave. En cambio, Lucas un chico de ojos oscuros y cabello negro como el carbón, sólo se limitaba a observar sus pies que apenas y hacían movimiento alguno. Era todo lo contrario a Liam, un chiquillo pelirrojo de ojos claros que se balanceaba en el sillón de manera violenta y ruidosa. Finalmente, Amelia una chica castaña de ojos cafés se encontraba perdida en sus pensamientos recordando una y otra vez las palabras de uno de sus compañeros. – La maestra tiene trabajo para ustedes. Vayan a recogerlo a su casa lo más pronto posible. – dijo Oscar, manteniendo aquella expresión sería tan característica de él, para después colgar sin siquiera despedirse. Fue así como terminaron en la casa de su maestra, la cual les había indicado que esperarán en un sofá que se encontraba en la sala. Sinceramente, parecía un lugar muy cómodo, por lo menos al principio. Cansada de espera, Amelia se levantó del sofá irradiando gran entusiasmo. De inmediato, todos giraron sus cabezas en dirección a la “líder” esperando que esta hiciera algo. En esas instancias, cualquier cosa podía ser más interesante que estar en el sofá sólo esperando. – Ya esperamos demasiado, así que, propongo ir en busca de la maestra. – sugirió la castaña llena de determinación, la cual pareció contagiar de inmediato a sus compañeros. De manera casi inmediata, los tres se levantaron del sofá, provocando que este se recorriera unos cuantos centímetros hacia atrás, aunque esto parecía no importarles en absoluto, al contrario, se encontraban más interesados en buscar a su maestra. – ¿Alguno de ustedes tiene idea de dónde podría estar la maestra? – preguntó Amelia manteniendo su característico entusiasmo. Pasaron unos segundos mirándose los unos a los otros, hasta que por fin Darcy se atrevió a ser la primera en responder. – Yo creo que deberíamos revisar la casa primero. – los demás asintieron estando de acuerdo con la sugerencia de Darcy, por lo que enseguida, se separaron para después recorrer cada rincón de la casa, que en realidad no era tan grande. No obstante, su búsqueda no tuvo éxito, pues ninguno de los cuatro parecía haberla encontrado. En cambio, sólo encontraron la puerta trasera abierta, algo que, para ser sinceros, les llamo un poco la atención. Frustrados, se dejaron caer en el sillón, provocando nuevamente que este se recorriera un poco más a hacia atrás. – Seguramente creyó que sería divertido dejarnos esperando una eternidad. – manifestó Liam, estando sumamente molesto. – No lo creo. Ella no sería capaz de eso, ¿o sí? – se preguntó Amelia. -Quizá sólo fue a la tienda. – dijo Darcy mientras observaba el piso de madera del lugar. Por otro lado, Lucas parecía estar muy nervioso. Sus pies se movían con más impaciencia que antes. Sin poder soportar aguantar más su nerviosismo, este se levando frente a todos, llamando inmediatamente la atención de los tres que aún se encontraban inmersos en sus pensamientos. – ¿Y si la maestra se perdió? Solo piénsenlo. La puerta trasera da directamente al bosque, y esta se encontraba abierta. ¿Qué tal que la maestra fue a buscar algo y ya no pudo regresar? – Lucas parecía estar sumamente seguro de lo que decía. – Creo que estamos precipitándonos un poco. Seguramente la maestra tuvo que salir por algo urgente y… – la voz de Darcy era ignorada por sus más que preocupados compañeros, los cuales caminaban de un lado a otro murmurando frases sin sentido. Parecía que la teoría de la maestra perdida en el bosque les parecía más lógico. – Debemos apresurarnos y encontrar a la maestra antes de que algo o alguien le haga daño. – aseguró Amelia determinadamente. Sus compañeros asintieron en respuesta a las palabras de su líder, las cuales habían parecido haber tocado sus corazones. Por otro lado, Darcy sólo se limitaba a negar con desaprobación. En vista de que ninguno de sus amigos renunciaría a la idea descabellada de la desaparición de la maestra, Darcy decidió que lo mejor sería ir a “buscarla” cuanto antes, pues dentro de unas pocas horas oscurecería, lo cual por obvias razones haría su estancia en el bosque aún más riesgosa de lo que ya era. Rápidamente tomó sus cosas al mismo tiempo que les indicaba a los demás que se apresuraran.

Tan pronto como pusieron sus pies afuera sintieron los intensos rayos de sol, los cuales hicieron que más de uno entre cerrarán un poco los ojos. Cada uno sacó un gorro que acostumbraban a cargar en sus mochilas, algo que agradecían profundamente en situaciones como estas. Estaba demás decir que la temperatura era alta, aunque no era algo que les preocupara demasiado, ya que como había mencionado antes, faltaba poco para que el sol se pusiera. Los cuatro se pararon a pocos centímetros del bosque, denotando la incertidumbre que cada uno sentía, sin embargo, el compromiso de encontrar a la maestra era tal que incluso logró que cada uno dejara de lado sus inquietudes por lo menos unos momentos. Determinados, entraron al bosque, el cual, siendo sinceros no se veía tan mal desde afuera, algo en lo que rápidamente cambiaron de opinión apenas entrar. Los rayos del sol apenas y podían pasar entre las ramas de esos altos y frondosos árboles que se encontraban a cada paso de aquel lugar. Y luego estaban los sonidos, aquellos extraños sonidos que venían de todas partes, provocando aún más incertidumbre de la que ya sentían antes. Intentando ignorar todo aquello, caminaron sin rumbo durante un par de horas. La luz ahora era casi nula, y los ruidos raros ahora eran más inquietantes que antes. Sus esperanzas se disolvían al igual que la luz del atardecer. Comenzaban a pensar que Darcy siempre tuvo la razón, y que la maestra sólo había tenido una emergencia. De todas formas, aunque trataran de regresar no podían hacerlo, pues nadie sabía el camino de vuelta, pero todos eran demasiado orgullosos como para admitirlo, así que sólo seguían caminando hacia adelante con la esperanza de encontrar algo que los ayudara. En este punto, la luz era algo que no se encontraba ahí. Era más que notorio su cansancio, algo que era comprensible teniendo en cuenta todo lo que habían recorrido para entonces. – Creo que deberíamos descansar un poco. – decía la líder mientras se dejaba caer a un lado de una roca, que sin duda era más grande que ella. Los demás no parecían estar mejor, por lo que, sin dudar siquiera un segundo, hicieron lo mismo que Amelia. Los minutos pasaron hasta que finalmente cada uno cerró sus ojos, víctimas del cansancio y la preocupación que habían experimentado en tan poco tiempo. Amelia pensó que quizá n otras circunstancias, esto hubiera sido algo muy agradable. Las horas fueron pasando, al igual que la luna que cada vez se elevaba más en el oscuro y estrellado cielo. La luz blanquecina apenas y podía darse paso entre los árboles, los cuales llenaban de oscuridad el lugar. No parecía que ninguno de los cuatro fuera despertar, sino fuera por un sonido que se hizo presente en un lugar lejano del que se encontraban. Aun cansada, Amelia entre abrió los ojos intentando descifrar de qué se trataba. Grande fue su sorpresa al ver un par de luces en la lejanía. Rápidamente despertó a sus amigos, los cuales parecían un poco desorientados. – ¿Qué pasa? – preguntó Lucas mientras se tallaba los ojos. Inmediatamente Amelia tapó la boca de Lucas, pues estaba procurando no hacer demasiado ruido, después de todo, no quería llamar la atención de los nuevos visitantes. – Hay alguien ahí. – susurro la castaña, mientras apuntaba hacia el lugar donde un par de luces se movían de un lado a otro. La angustia que parecía haber sido olvidada, regresó haciendo que más de uno temblara. Rápidamente, los cuatro se escondieron detrás de la gran roca en la que se habían recostado anteriormente. Todo parecía ir bien. Las luces comenzaban a alejarse, y la preocupación disminuía poco a poco, hasta que por accidente Liam resbaló, provocando que este cayera directo a un charco de lodo. Sus ropas se ensuciaron completamente, algo que sería molesto si no fuera por el hecho de que aquel sonido fue lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de las personas que apenas y se habían comenzado a alejar. – ¡Deténganse ahí! – gritaron aquellas personas, las cuales guiándonos por el tono de voz parecían ser provenientes de dos hombres adultos. – ¡Corran! – grito Amelia mientras jalaba de las muñecas a sus amigos. Estos no tardaron en seguir a la castaña. Sus pequeñas piernas comenzaban a cansarse, sin embargo, su miedo era mucho mayor que el cansancio, algo que de algún modo les impedía detenerse, hasta que apareció un obstáculo que era imposible de pasar. Parecía que habían llegado a una parte del bosque que no tenía salida. Sin poder pensar en más opciones, Amelia procedió a ponerse frente a sus amigos. Lentamente, aquel grupo de personas se acercaban a medida que su inquietud crecía a niveles que nunca antes habían experimentado. Cerraron los ojos esperando lo peor, hasta que sintieron como unos cálidos brazos los rodeaban en un gran abrazo. Confundidos abrieron los ojos, encontrándose con una mujer que derramaba lágrimas a más no poder. La madre de Amelia. La castaña comenzó a llorar al notar que aquellas personas se trataban de nada más y nada menos que sus padres, que preocupados se habían abierto camino en el bosque para encontrarlos. – Por un momento creí que algo malo nos iba a pasar. – dijo entre sollozos la castaña mientras se aferraba a los brazos de su progenitora. Los demás no tardaron mucho en hacer lo mismo, y al igual que Amelia, lloraron a cántaros. Las siguientes horas se basaron en regaños por parte de los policías y de sus propios padres, los cuales los habían estado buscando por horas, aunque no era algo a lo que prestarán mucha atención, pues aún seguían un poco aturdidos por todo lo que había pasado. Finalmente, cada uno se dirigió a su casa aun meditando todo aquello, pues sin duda era algo que sería difícil de olvidar.




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