Guardians
Desmond estaba
sentado en el borde del acantilado, la marea estaba calmada, el sol se ponía
lentamente en el horizonte para unirse al interminable mar. La brisa era fresca
pero el calor del verano hacía que eso fuera más que solo agradable. Todo había
acabado, Derian, la grieta, la energía… Todo había terminado.
Si tan solo James
estuviera con él, lo que le diría a su viejo amigo. Era verdad que James los
había traicionado, pero al final todos sabían que James antes de haber sido su
amigo había sido un Miles y pedirle que se volviera contra sus propios padres
había sido demasiado, aún así, a pesar de la traición, Desmond estaba vivo. En
el cuerpo de James, sí, pero vivo al final del día.
Evie se acercó al
chico con una sonrisa nostálgica, quizás ella jamás perdonaría a Desmond por
estar vivo, ella amaba a James y eso era algo con lo que Desmond no podía
competir sin importar que tan buenos amigos fueran.
-Lindo atardecer-
dijo Evie un tanto ausente.
-Sí, apuesto que a
James y a Kass les habría encantado- repuso Desmond con cautela.
-Creo que James
estaría feliz de vernos juntos- soltó la chica de pronto.
La respuesta dejó
mudo a Desmond, no esperaba que algo así ocurriera, aún extrañaba a Kass, pero
Evie tenía razón, a James le habría gustado que ellos dos fueran felices,
quizás en ese momento ninguno de los dos amaría al otro, pero, tal vez, el
tiempo cambiaría eso. Además,
Evie era la
prometida de James antes de que el conjuro Animus los cambiará de cuerpo.
-Siempre te he
amado, jamás te dije nada porque tu estabas con James-
-Yo siempre quise
estar contigo, pero tú me apartabas de ti- replicó la chica con tristeza.
No podía ser, lo que
ella decía no podía ser real, sin embargo allí estaba ella, diciéndole que ella
siempre lo había preferido.
Evie se sentó junto
a Desmond y cubrió la mano del chico con la suya. Los ojos de Evie se veían más
azules que nunca, esa nostalgia les conferían una apariencia de vulnerabilidad
que Desmond jamás había visto en ella, que siempre había sido la más fuerte y
fría de todas.
Desmond la abrazó
con delicadeza, ella hundió su rostro en el pecho del chico. Algo reventó en
él, el recuerdo de Kass lo hacía sentir culpable de estar con Evie, pero, por
otra parte, tener a Evie entre sus brazos era maravilloso, se dejó atrapar por
la calidez de la chica que acariciaba suavemente sus omoplatos, entonces ella
alzó la cabeza y lo miró directamente a los ojos.
Ambos se quedaron
viendo fijamente el uno al otro casi sin pestañear.
El sol caía cada vez
más rápido y a medida que lo hacía la brisa iba mermando también.
Evie acerco su
rostro al de Desmond lentamente hasta que sus narices se rozaron, entonces
Desmond la besó, el amargo recuerdo de Kass regresó a su mente, pero Evie era
cálida y dulce a pesar de su cubierta dura, eso lo enloquecía…
Un destello de plata
surgió de debajo de la manga de Evie.
El dolor vino a
continuación, luego la cálida sensación de la sangre empapando su ropa. Cuando
Evie se separó de él pudo ver por fin la daga clavada en su abdomen, ella lo
vio a los ojos con esa mirada fría que siempre había mostrado, la mirada que
Desmond ya conocía a la perfección.
-¿Porque?- logró fue
lo único que se le ocurrió preguntar.
-Lo siento, Des.
Pero no puedo arriesgarme a que el Maestro Oscuro regrese, James murió para
acabar con esa probabilidad y no pienso dejar que su muerte haya sido en vano-
Los ojos de Desmond
se llenaron de lagrimas por el dolor de la traición, sin embargo no derramó
ninguna. Se negaba a lucir patético ante su verdugo.
-Hazlo- instó a la
chica.
Sin pensarlo dos
veces, Evie retiró la daga mientras pronunciaba las que serian las ultimas
palabras que Desmond escuchara.
-El circulo se
cierra-
Ella se apartó sin
volver la vista atrás.
El sol ya estaba
besando la superficie del mar, cuando la sangre formó un charco frente a
Desmond.
De un momento a otro
el dolor desapareció y una somnolencia mortal se apoderó del chico.
Cuando el sol por
fin cayó, la vida de Desmond lo hizo con este.
Lo ultimo en lo que
pensó el joven Guardián antes de morir fueron las seis palabras con las que
creció.
“No puedes
escapar de tu destino”.