Tomcat. El origen de una leyenda.
Hace mucho, mucho tiempo, nació un avión que estaba destinado a ser el mejor de su tipo. Equipado con las armas más letales, llegó a convertirse en una poderosa máquina de guerra, capaz de superar a cualquier cosa que los soviéticos pudieran poner en el aire en los siguientes diez años, tal vez más…
Su nombre era Tomcat. Y ésta es su historia, contada desde un punto de vista totalmente diferente: el del avión.
Inspirada en hechos reales…
Unos años antes de su concepción, la Marina de los Estados Unidos había tratado de integrar en un solo modelo, los requerimientos de un Caza de Defensa de la Flota con los requerimientos de la Fuerza Aérea para un avión de ataque e interdicción. Cambios de último momento en las necesidades de la Marina para un caza de combate aéreo, sumado al excesivo peso resultante del avión, obligaron a que el programa se abandonara. Eso dejo ciertos sistemas sin uso aparente, como el sistema de control de tiro y el misil de largo alcance que los ingenieros no iban a desestimar.
Estos Ingenieros, que laboraban para Mrs. Grumman, habían estado trabajando paralelamente en el diseño de un caza que reunía algunos de los avances tecnológicos del fenecido proyecto: potentes y económicos motores turbofán equipados con posquemador, los primeros de su tipo en el mundo; alas de geometría variable que cambiaban de posición automáticamente, según la velocidad y ángulo de ataque del avión y un potente y confiable radar asociado con el sistema de control de tiro, aseguraban el éxito del nuevo modelo.
Esto demostró ser una decisión inteligente. Tenían un diseño antes, inclusive, de que fuera solicitado.
Y en la fecha memorable del 14 de Enero de 1969, los esfuerzos realizados rindieron sus frutos: el Departamento de Defensa de los Estados Unidos le daba luz verde definitiva al diseño 303 presentado entonces por Mrs. Grumman.
Con ciertos refinamientos incorporados a medida que avanzaba el programa, los ingenieros presentaron al que, a partir de ese momento, seria conocido como Tomcat.
Con sumo cuidado y dedicación, fueron fabricando y ensamblando los componentes que darían forma a nuestro amigo. Se realizaban pruebas de fatiga de materiales e interoperabilidad de sistemas, todo esto, con la finalidad de lograr un producto superior, único.
Y lo lograron.
Si bien no era el primero de su estirpe, al pequeño Tom lo atendían como si del primogénito se tratara, prodigándole ajustes de último minuto antes de dar su primer gran paso. Los cuidados a los que era sometido le garantizarían, pensaban, un comienzo lleno de esperanzas.
Y después de varios días de incertidumbre y retrasos, llego el momento en que nuestro amiguito salió por primera vez a la luz del día, bajo la atenta vigilancia de quienes se debían encargar de convertirlo en el mejor de los mejores.
Mirando a los lados, el pequeño Tom se dio cuenta de que no estaba solo. Aquí y allá había otros aviones que lo observaban y hacían comentarios al respecto. Al grupo de aviones, se le había unido también algunos equipos de tierra: unidades de potencia auxiliar, unidades de pruebas hidráulicas y otros, quienes curiosos, contemplaban la escena desde cierta distancia.
—Mira… Tiene dos colas… —dijo alguien.
—Y dos motores también… —añadió otro.
—¿Y las alas?… ¿No se fijaron en las alas? —se escuchó preguntar a alguien más atrás.
—Sí, Me fijé… Pero no quise decir nada… son muy extrañas… —dijo el avión más grande situado a la derecha del grupo—. ¿Vieron el tamaño de esos estabilizadores horizontales?
—¡Bah…! —intervino una unidad de potencia auxiliar—. Es como el otro que salió del hangar días atrás. ¿Qué tiene de extraño éste? —dijo en un tono visiblemente irritado.
Todos se voltearon a mirarla, de manera inquisitiva.
—¿Qué? —espetó ésta, ya demostrando que estaba molesta con el “espectáculo”—. ¿No puedo decir nada ahora?
Todos los presentes se alejaron unos pasos de la unidad gruñona, dedicándose a mirar a su nuevo compañero.
El viejo tractor que lo remolcaba carraspeo, indicando con ello, que habían llegado al punto de estacionamiento asignado para el comienzo de las pruebas.
—Aquí es Tom… —le dijo éste al pequeño y todavía asustado avión.
—¿Y cuándo empiezan los ensayos de vuelo? —pregunto el caza a Mr. Tug, con cierto temor.
—Ahh… Eso no lo sé hijo… —respondió el viejo tractor de manera condescendiente.
—OK. No importa, ya lo sabré… ¡Gracias Mr. Tug! —replicó Tomcat, mirando al cielo de lado a lado con curiosidad.
—De nada Tom —respondió Mr. Tug, al momento de inclinarse educadamente, mientras emprendía su camino de vuelta al hangar.
Al día siguiente, Tom se despertó muy temprano, motivado quizás, al ruido producido por un motor encendiéndose no muy lejos de allí. No paso mucho tiempo, cuando vio a Mr. Tug acercándose con algo que no pudo identificar, enganchado tras de él.
—Buenos días… —escuchó una voz ronca que identifico como la de Mr. Tug.
—Buenos días señor —contestó Tom
Y de inmediato, escucho otra voz que lo saludaba pero, a la cual no pudo identificar.
—Ehh… Buenos días… —respondió con curiosidad mirando hacia el lugar desde donde provenía la voz.
—Mi nombre completo es A/M32A-60B, pero puedes llamarme “Dash”, como lo hacen todos mis amigos… —dijo el pequeño carrito situado ahora justo al lado izquierdo y levemente hacia la parte trasera de Tom.
—Si… Está bien… Buenos días Mr. Dash… —contestó el F-14.
—Bueno… Solo Dash… El “Mr.” está de más… ¿OK? —le indicó la unidad APU.
—OK… —se limitó a decir Tom.
—Bien… Ejem… Mi trabajo es —empezó a decir en tono solemne, mientras conectaba una manguera al fuselaje lateral izquierdo, a nivel del borde de fuga del ala y un conector de suministro eléctrico al fuselaje delantero del F-14—, ayudarte al encendido de tus sistemas electrónicos y eléctricos de abordo y de tus motores, suministrándote tanto energía eléctrica como aire a presión respectivamente —hizo una pausa para cerciorarse de que el pequeño Tom lo seguía—. A ver… enciende tus luces…
Tom activó el botón para encender las luces de navegación y éstas brillaron de inmediato. Luego procedió a hacer lo propio con las luces de taxeo y aterrizaje dándole claridad a una noche que todavía no terminaba de convertirse en el nuevo día.
—Ejem… —volvió a aclararse la garganta—. Bien. Solo deja las luces de posición prendidas. Esa será la norma de ahora en adelante al momento de realizar el encendido de motores… ¿OK? —le oriento Dash.
—Bien. —asintió el F-14.
Un pequeño grupo técnico se acercó a Tom proveniente del hangar y se situó a los lados de éste; abrían y cerraban paneles de acceso, revisaban niveles de los fluidos y conectaban una serie de equipos de prueba a los terminales internos del avión.
—OK. Tom —le dijo uno de ellos—. Hoy vamos a realizar una serie de pruebas a tus sistemas electrónicos de abordo. Quiero que estés tranquilo, puede ser que tardemos algún tiempo en esto.
El F-14 asintió. Estaba emocionado con sus primeras pruebas. Pero el solo quería hacer una cosa: volar. Ansiaba volar, como lo hacen todos los aviones. Quería sentir el viento en su parabrisas, quería vivir la libertad del vuelo. Porque él no era cualquier avión. Era un caza de defensa aérea de la flota, diseñado para combatir contra cualquier enemigo, de día o de noche, bajo cualquier condición meteorológica y ganar…. Si… Ganar. Sentir el combustible fluir a toda presión a través de los tubos hacia sus motores… El posquemador encendido…
—Hey… Hey… ¡HEY!!! … ¡DESPIERTA!!!… —le dijo Dash, mientras le daba un golpe en la pata derecha del tren de aterrizaje.
—¿Aahhh?… Si… Perdón… Estaba pensando… —se excusó Tom.
—¿Pensando…? —le interrumpió Dash, sonriendo—. Más bien soñando despierto diría yo… Tranquilo hijo, ya te llegara el momento…
De esta manera, entre pruebas de los diversos sistemas y calibración de equipos, transcurrió el segundo día de nuestro pequeño amigo.
—¿Cuando voy a volar? —le preguntó en voz baja y de un modo algo impaciente a su amigo Dash quien, una vez más se había acercado a brindarle el apoyo necesario para sus actividades de prueba.
—Tranquilo tigre… —le respondió éste, como siempre sonriendo, pero sin mirarlo a la cabina y siguiéndole la corriente.
Ya era el tercer día de análisis, pruebas y demás mediciones. Le habían instalado un nuevo, ¿cómo se llamaba?, ah sí… software para su computadora de vuelo que mejoraba la capacidad “Built-in-test”, es decir, se podían detectar fallas solo conectando su computadora a un terminal que podía identificar y, según fuera el caso, corregir la falla, disminuyendo de esta manera el tiempo que pasaba el avión en mantenimiento.
Pasaron las horas y Tom, algo cansado y fastidiado ya de tanta manipulación, cerró sus ojos…
—“Oye Tom… Aquí tienes los parámetros de misión… ¡Vas a volar hoy!!! —le dijo el “Plane Captain”.
—Si hijo, ¡vas a volar hoy!!! —le indico Dash mientras le conectaba rápidamente a su amigo la manguera y el cable suministrador de energía eléctrica para apoyarlo en el encendido de sus motores.
—¡Siiiii!!! —se emocionó Tom. Por fin llegó el momento por el deseado. Iba a volar y lo haría muy alto, tan alto que…”
Tom despertó sobresaltado con el ruido que hacían los técnicos al recoger sus equipos. Por fin había terminado otro amargo día para él.
—Si tan solo me dijeran cuando voy a poder volar… —murmuró quejándose, moviendo su cabeza lentamente de lado a lado y con mirada melancólica.
Dash lo escuchó y sintió tristeza por su amigo. Una lagrima cruzo su panel frontal mientras bajaba la mirada para que Tom no lo viera. Sintió que debía hacer algo por él…
—“Sí —caviló Dash, mientras erguía su cabeza—, algo se me ocurrirá…”
La otra cosa que intrigaba al pequeño avión de caza era que, transcurridos los primeros 3 días, nadie se había acercado a saludarlo. Solo lo miraban de lejos; eso sí, eran miradas de admiración, según le había dicho Dash. A veces le parecía escuchar a la, siempre irritada APU, quejándose de la excesiva atención que prestaban sus compañeros al F-14.
—Oye Tom… —dijo Dash, mientras se alejaba de su amigo.
—Dime… —le espetó éste, mal humorado y visiblemente fastidiado por el “arduo” trabajo electrónico realizado por, mejor dicho, sobre él ese día.
—¿Que vas a hacer mañana? —le pregunto Dash, con cierto dejo de sarcasmo y con una sonrisa maliciosa.
De haber tenido combustible en sus tanques, Tom de seguro hubiese perseguido a Dash hasta alcanzarlo… Claro está, no le habría costado nada hacerlo. Y luego le hubiese propinado varios golpes… Y después le…
—Eehhh… Bueno… Yo… ya que lo mencionas… —respondió en igual tono de ironía—. Mañana voy a ir al parque a trotar… Luego al centro comercial a realizar unas compras… ¿Te parece? —Poco a poco iba alzando la voz, mientras la rabia le subía a la cabina—. Y después me voy a venir a parar aquí, como hago siempre… A esperar a que idiotas como tú me hagan la misma pregunta ¡UNA Y OTRA VEZ!!!… ¡DIA TRAS DIA…!!!
—Aahhh… OK —le dijo Dash, haciendo ver que no se daba por enterado del tono malhumorado de su amigo. Y luego añadió—. Bien Tom, mañana temprano, a las 0500 horas… Sin ruido… —Y acto seguido, se alejó.
—¿Qué?… —pregunto éste, dejando de lado la rabia y pasando a un estado de confusión inmediato—. Sin… ¿ruido?… que… ¿qué significa eso?
Su amigo Dash ya estaba algo lejos. Tom no supo si le había escuchado al momento de formular su pregunta. En fin, que podía hacer una vieja unidad APU para mitigar la tristeza de un avión que lo único que quería, y que no le habían dejado hacer, era volar.
Rumiando su mal humor, y de vez en cuando pateando el piso, quejándose por el tiempo “perdido” sin volar; entre bostezo y bostezo, el pequeño Tom, poco a poco, se fue quedando dormido, profundamente dormido…