A LA ATENCIÓN DEL COMANDANTE OSIBAC
INFORMADOR: TENIENTE NELAV.
Estimado comandante: remito nuevo informe sobre usos y costumbres de los habitantes del planeta añil.
Hace pocos dias tuve ocasión de asistir a una confrontación entre dos tribus ( los añiles los denominan equipos). Es un encuentro por regla general de carácter amistoso, aunque se comenta que en ocasiones estos torneos acaban como el rosario de la aurora.
Aprovecho para sugerirle, si usted lo tiene a bien, un asesor lingüístico que me pudiera traducir este lenguaje tan encriptado de los añiles y me explicara qué significa aquello de la aurora de rosario.
El campo de batalla es un terreno llano y vegetal que emula paisajes de lluvia y moho. Todo un milagro en medio de este inhóspito secarral del Far West. El campo se divide en dos mitades, cada una de una tribu. No se usa ningún tipo de arma, sino una extraña esfera de piel de animal que es la que se disputan los contendientes. La batalla consiste en poseer la esfera, llevarla a la parcela del enemigo e introducirla en una especie de santuario que ellos llaman portería. La esfera sólo puede ser trasladada con las piernas y la cabeza. Gana la contienda el equipo que más veces ha profanado el santuario del contrario.
Un juez y dos adjuntos dirigen y supervisan la batalla y velan por correcto desarrollo de esta. El juez resuelve las posibles faltas de respeto y comportamiento de los contendientes y muestra en casos extremos y como amonestación o castigo unos papelitos de color amarillo y rojo que a veces producen reacciones de ira incluso en el público. Y aquello acaba con la Aurora amonestando a la Rosario.
Los miembros de la tribu que no participan en la contienda pueden ir a animar a sus elegidos si su tiempo y su bolsillo se lo permiten. Imitan en la medida de lo posible la vestimenta de sus ídolos y además se acicalan con extraños aderezos en sus cabezas, y trapos de colores de los que se gastan en invierno con inscripciones y caracteres distintivos del clan. Momentos antes del combate algunos beben sus pócimas rituales para preparar su espíritu ante las emociones venideras. Es entonces cuando sus lenguas se vuelven textiles y ejecutan con torpeza extraños cantos chamánicos y circulares donde entre estrofa y estrofa intercalan un oé oé. De sus danzas y de su nulo sentido del ritmo, del ridículo y del pundonor mejor no hablar. De sus tam tam, que ellos llaman bombo, menos todavía.
Aquellos miembros de la tribu que no pueden asistir al torneo tienen la posibilidad de verlo y gozarlo en tiempo real a través de unas ventanas mágicas que reproducen el terreno de juego y los movimientos de los contendientes. Es posible hallar estas ventanas casi en cualquier sitio, desde los hogares, los locales de pócimas y hasta en los “casales falleros”. En otro informe ya le explicaré a usted qué es eso de los casales falleros.
También he observado que hay añiles que no sufren atracción por estos torneos. En los acalorados comentarios de después de la batalla “ellos” permanecen silenciosos y aparentemente ecuánimes. Los “otros” los observan con cierta perplejidad y siempre acaban diciendo aquello de que “son de otro planeta”, expresión que no acabo de entender.
Fin del informe.