Manira y Manuel
El la miro a los ojos con una expresión mucho más seria de la que acostumbraba. Ella bajo la mirada porque ya sabía que el comenzaría de nuevo con el tema del que ella no quería hablar más. El comenzó la conversación:
-Manira, tenemos que hablar.
-No Manuel, otra vez no. – Dijo ella dándole la espalda.
-Pero por qué?
-Porque no! –Respondió casi molesta mientras se volvía de frente a él.
-Manira, yo te amo. Quiero estar contigo. – Dijo mientras la tomaba por los hombros para que sus palabras tuviesen un mayor efecto sobre ella.
-Yo también te amo Manuel. Y ya estás conmigo, siempre estaremos juntos.
-Tú sabes que no es a eso a lo que me refiero. Quiero estar contigo de verdad. – Coloco un mano sobre si cintura – Ser tu pareja. Poder besarte, abrazarte, hacerte el amor…
-Pero tú sabes que no hay manera de hacerlo sin que salgas lastimado. Yo no quiero hacerte daño. –Casi lloraba cuando le decía esto.
-De verdad no me importa. Haría cualquier cosa solo por estar contigo. – Ya había colocado sus dos manos en la cintura de ella.
Eran un par de jóvenes y tenían las hormonas a millón. Ella era una hembra muy hermosa. La más deseada de los alrededores. Él era muy varonil y estaba completamente loco por ella. Así como todos los demás chicos. Pero ella siempre estaba con él. A donde quiera que andaba uno el otro lo acompañaba.
Las viejas del pueblo los veían pasar y comentaban: “A este ya no le debe quedar mucho tiempo.”; ” Cuando andan así tan juntitos como estos dos es porque no durara mucho más.”; o “Ya estos dos van a saber lo que es bueno. Ahora, a ver quién lo disfruta más? Jajajaja…”. Incluso en algunas ocasiones él había alcanzado a oír algunas de las cosas que se decían en el pueblo sobre ellos y realmente le desagradaban mucho. Que van a saber esas viejas chismosas de lo que realmente sentían ellos dos, el uno por el otro.
-Me harías daño para estar conmigo? – Pregunto ella.
-No Manira. Como puedes decir eso? Jamás te haría daño.
-Vez a lo que me refiero? Yo tampoco quiero hacerte daño.
-Acaso no soy suficiente para ti?
-Claro que lo eres? Eres hermoso, inteligente, divertido, fuerte, masculino, grande. – Mientras le decía estas cosas ella le coloco una mano en su pecho y la otra en la cintura. Se acercó más a él y le dijo: – De verdad que te deseo y te deseo mucho, pero no quiero tener que perderte por un arranque de pasión desenfrenada. – Se dio la vuelta.
Él se acercó a ella por detrás colocando sus manos en la cintura de ella. Ella sintió el calor de su cuerpo muy cerca y su voluntad flaqueaba. El unió sus dos manos en un abrazo alrededor de su cuerpo. Ella alzo sus brazos y se giró para quedar completamente de frente. El bajo su cara y se acercó mucho. Ella se rindió ante su insistencia y se lo demostró con un beso en la boca.
Él se colocó por detrás de ella para hacerle el amor lo que al parecer fue un error porque inmediatamente ella reacciono como cualquiera que quiere hacerlo pero sabe que no debe y le dijo:
-No Manuel, esto no está bien.
-Claro que si amor. Solo deja que suceda.
-Manuel, yo te amo.
-Entonces déjate amar.
Así que ella se abandonó a sus instintos y después de comenzar él también lo hizo. Ambos ya eran esclavos de la pasión y ya no había marcha atrás. Lo que decían las viejas chismosas acerca de ellos era cierto. Él pensaba que ellas no sabían nada de lo que ellos sentían el uno por el otro, pero realmente si lo sabían. También ellas habían sentido alguna vez lo que sintió Manira. También ellas tuvieron en su vida un Manuel. También ellas se quedaron solas como Manira se quedaría a partir de ese día.
Manira era una chica apasionada, demasiado apasionada. Poco a poco fue besando a Manuel mientras este le hacia el amor. El acto fue largo pero fascinante. Manuel fue muy enérgico y le dio todo lo que tenía hasta perder la cabeza. Ella sin control alguno lo beso cada vez con más fuerza sin tomar precauciones de nada.
Al fin todo termino. Él consiguió lo que tanto anhelaba, hacerle el amor a Manira. Ella extasiada en el sexo que él le dio quedo completamente satisfecha. Él quedo tendido a su lado habiendo cumplido su deseo. Ella lloro extasiada y triste a la vez. Él estaba todavía estremeciéndose después del sexo. Ella no quería voltear a mirarlo, sabía que no podría verlo a la cara.
Entonces Manira se levantó de allí, camino por la hoja, luego por la rama y volvió con el resto de las mantis de la comunidad. Tuvo los hijos de Manuel y cuando envejeció se convirtió en una de esas viejas que cuando veía a una pareja de mantis jóvenes y enamorados decía: “A este no le debe quedar mucho tiempo”.