Para ser sinceros
Para ser sincero nunca me sentí completamente a gusto con ellos, parecía que no me querían, siempre trataron de enseñarme cosas malas, cosas feas.
Al principio yo pensé que eran buenos, y hasta me gustaban y los quería, me sentía bien con ellos y siempre, siempre anduve con ellos. Nunca pensé que podrían llegar a ser tan malos conmigo como para mostrarme esas cosas tan horribles.
Con el tiempo fui notando que lo que me enseñaban eran solo cosas malas, solo cosas feas que incluso en las noches no me dejaban dormir de solo recordarlas. Poco a poco comencé a detestar la idea de seguir con ellos e incluso pensé en dejarlos pero no podía. Era muy difícil para mí, no sé si me entiendan.
Lo que pasaba era que fue demasiado tiempo el que estuve con ellos y separarme de ellos era como… no se era muy difícil. A veces pensaba que era mejor dejarlos y por fin tomar las riendas de mi vida sin que ellos me mostraran por donde debía ir. Hacerlo todo por mi cuenta.
Solo fue cuestión de tiempo para que me decidiese definitivamente a dejarlos.
Mientras yo seguía en mi dilema entre dejarlos o no, ellos seguían mostrándome las cosas malas y feas de las que les hable antes. Así más rápido me convencí de no seguir con ellos.
Esa tarde de agosto me dirigí a la cocina, tome un cuchillo, y decidido a deshacerme de ellos, lo hice. Ya no podrán mostrarme esas horribles cosas que siempre insistieron en enseñarme porque al fin, a pesar de lo tanto que los quería… me saque los ojos.