Piel
Nada vale la pena
mientras las sombras oscuras llegan a su cuarto convertidas en brujas que
exigen el trozo de corazón que ahora protege con ardor. La calidez lo sorprende
en un instante y se deja llevar por las marcas de sonrisas infaustas que prometen amor por hábito y no por
carencia.
Nada vale la pena
mientras las manos cubren su cuerpo de infinitas perfidias y lo dejan desolado,
sin religión, sin la vid dulce de la compañía.
Nada vale la pena
mientras lo intiman a querer a oscuras. A desear sin candor. A suplicar sin la
querencia de los años pasados.
Nada vale la pena
mientras el dolor lo consume poco a poco sin encontrar el asidero soñado, la
isla del tesoro, el cuarto de luces blancas que ilumine ese lado oscuro de los
sentimientos.
Nada vale la pena
mientras las brujas se abrazan a su cuerpo malherido por el oprobio de las
confusiones excesivas para cerrar la puerta y dejarlo todo atrás.
La piel se eriza con la
gota de sudor frío que recorre la espalda y se confunde con la camisa húmeda de
las lamentaciones.
La piel se demuele con
cada beso entregado en la despedida de risas que confundió la reconciliación con
la teatral conducta de besar para amainar la guillotina de la despedida.
La piel se mancha con los
mimos de manos de ingratitud que se dejan ver con la seguridad de abandonar y
luego pedir tocar la puerta que no conoce, que no le hace falta, que no
requiere.
La piel se arquea soñando
con las caricias conferidas por clemencia.
La piel ya no siente. La
piel ya no sufre. La piel se esconde evitando los reflejos de luces de oropel
que cambiaron la esencia por la turbadora manía de medir el éxito con las
reliquias sin corazón.
Las sonrisas no acusan
mientras tomada de la mano caminas con la incertidumbre de no encontrar el
cuerpo que te marcó en la calle.
Las sonrisas sollozan la
plenitud que siempre buscaste.
Las sonrisas ahora más
esforzadas atraviesan las paredes del encantamiento de unos ojos oscuros.
Las sonrisas recuerdan el
mar más azul y más salado que una vez te cubrió.
Las sonrisas no podrán
gritarte que nada vale la pena, que la piel ya no siente, que los besos ya no
duran.
Los besos tóxicos vuelven
al cuerpo tomado por las brujas.
Los besos pérfidos llegan
más rápidos que una llamada.
Los besos innecesarios
ahora sobran.
Los besos carentes
acompañan el olvido.
Los besos furtivos ahora
toman la piel, las sonrisas y los propios besos.