Serene
Eloísa abrió temprano su floristería. Lo primero
que hizo fue dejar semillas y un botecito con miel en la pajarera de madera.
Cuando no miraba, una pequeña hada se acercaba y recogía buena parte del desayuno.
Ella se hacía la despistada, hacía meses que la había descubierto. Pero no se
sorprendía, ansiaba el día en que pudiera hablar con ella; se preguntaba si
sería “Serene”, el hada que conoció de niña.