“SONIANDO” SONÓ EL TELÉFONO
Tuve que agradecer que aquella llamada me pillara sentada en la cama.Cuando colgué el teléfono me dejé caer y lloré y reí. No podía creer que aquello me estuviera sucediendo a mí.
Recuerdo muy bien que era un lunes por la mañana. Llevaba tiempo esperando que sucediera, y ahora por fin se había convertido en realidad.
De repente me asusté. ¿Sería capaz de hacerlo? No me sentía preparada. Tantos años esperándolo y ahora, que ya era una realidad, no me encontraba capacitada. Años y años de médicos, de pruebas a cual más desagradable y todo para recibir siempre un no por respuesta.
No había culpables, simplemente era así; así como yo no quería que fuera. Mi mayor deseo se había esfumado por completo y me sentí vacía, desamparada.
Comenzaron después el papeleo, las visitas, los psicólogos, las entrevistas.
Y después el silencio.Todo el mundo parecía haberse olvidado de mí. Hasta creo que hubo momentos en que yo también lo olvidé, quizá por no sentir la tristeza que me partía el corazón, quizá por no volver a recordar aquel diagnóstico de no.
Pero aquel maravilloso lunes todo cambió.
Sin poder dejar de reír y llorar me preparé para enfrentarme a lo que siempre había soñado.
Fue un día ajetreado de llamadas para compartir la buena noticia, de besos, de abrazos, de más risas y más llantos.
Dos días después nos conocimos. Hora y media de encuentro. Dos segundos en mi corazón. Nos tuvimos que separar y lloré.
Volví para preparar todo. Nada podía quedar en el aire. Tenía que ser perfecto.
El jueves pasó deprisa con los preparativos y aquella noche no pude conciliar el sueño: ¿lo sabría hacer? ¿estaría preparada? Preguntas y más preguntas que se agolpaban en mi cabeza. Mi corazón me decía que sí, mi cabeza dudaba…
Llegó el viernes, y con él el gran día de mi vida.
Nos volvimos a encontrar y, esta vez, ya no nos separamos.
Aquella noche mirándola en la cama le canté “Soniando”, mi nana favorita en fabla y, mirándome me dijo: “Mamá”.
No pude seguir cantando. Mi vientre vacío se había convertido en un corazón capaz de engendrar y dar vida y, desde aquel momento, pasados ya seis años, me sigue emocionando oír de sus labios la palabra mamá.
Me encanta la sensdibilidad y la emoción que embarga a la autora al relatar esa situación maravillosa
– Encantadora como siempre.
Yo dejé comentario, pero no sale, algo hice mal, lo volveré a publicarlo
Adoré su redacción narrativa, simple pero emotiva