XXIV

XXIV

La bella y cándida flor

de esplendor desmedido

yace muerta por amor

del error que ha cometido.

Amaba a un ruiseñor

que en la tranquila mañana

en sus espinas cantaba

al amor y al esplendor.

La rosa fiel escuchaba

a su galante amigo

que muerto yace tendido

al lado de quien le amaba.

Una espina en el alma tiene,

una espina cruel clavada

de lenta y fatal punzada

de la rosa que le quiere.

¡Ay, rosa desdichada!

que tuviste el amor tan
cerca

y te diste por ofrenda

a quien rehusó amarte.




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