Karila, flecha de vida

Karila, flecha de vida

CAPÍTULO 1 Ruinas Atenienses

Querido Papiro:

Me derrumbo por dentro, no veo más que fragmentos…antiguos papiros esparcidos sobre manchas azules de mis ojos…lágrimas que arruinaron mi infancia…me inclino, ante una fría ventana, espejo del exterior, quiero verme por dentro…Soy yo, Karila, hija ateniense de mi madre Alímak y mi padre Kiréh. Mi juventud me cansa, los ojos de los hombres rodean mi cuerpo, odiándolo, por ser mujer y querer participar en los Juegos Olímpicos. ¿Acaso estaré yendo en la dirección de una flecha que no es para mí, errando por cada distancia hecha en el trayecto?  ¿Habré tensado mi arco inútilmente?

Sigo con esas dudas…hoy, 19 años envuelven mi cuerpo, mi cabello, mi signo inequívoco de con quién convivo: conmigo misma y mis pesares. Tan castaño…con finales rubios, una cortina de nostalgia y esperanza unida…tan nostálgico me resulta, mi abuelo me alisaba el pelo por las mañanas, como un ritual de que su amada Karila estuviese preparada para ir a la Academia, y formarme junto a Platón. Hoy no estás, y juro por Zeus que me siento desolada sin ti. Un cumpleaños que se ofrece a la memoria de un nacimiento y una muerte. Un discurso, fúnebre de apertura y cierre de dos vidas.  Ruego estés con los dioses, que ellos te protejan, y tú a mí.

Cada noche hago un ritual: beso la pulsera de oro que me regalaste, suplicando ciegamente que me permita cumplir todo lo que me depare el destino. ¿Cuál es? Tener la posibilidad de mostrar mis facultades corporales y psíquicas en los Juegos, batirme contra los hombres y algún día formar parte de los grandes héroes como Heracles. Quiero ser una heroína que surque la memoria de los antepasados cuando muera y sea cometa en el mar de sus cabezas.

Mañana volveré al oráculo de Delfos a pedir consejo sobre mi futuro, tal vez su tenue luz proporcione dicha a mi desgraciada alma. Desde que Hades te hizo su aliado, no he regresado allí, hace ya 7 años eso. Tal vez sea hora para partir en busca de sabiduría para mi vida. Deseo con todas mis fuerzas que su luz ahogue la oscuridad que recorre mi alma. Hay personas que luchan por sus sueños, yo de momento, lucho contra mis pesadillas.

18 de agosto, 410 a.C

Karila

Querido Papiro:

He visitado el Oráculo de Delfos, y nerviosa, me he sentido escuchada, como cuando te escribo. La pitonisa me ha revelado que “El mayor dios es aquel que se sacrifica en forjar su destino”. No sé si se refiere a mí. Nadie me contesta qué significa. He hablado con mi tío, me ha aconsejado que me dedique a entrenar hasta las fechas de la competición. Sigo con muchas dudas todavía, querido papiro, pero él me infunda los ánimos que me recogen cuando estoy abatida…tal vez comience mañana. El sol ha trazado su curva línea en el horizonte: atardece…

He conversado con mi tío largo y distendido en el ágora[1]. Me ha pedido que entrene, que lo intente y que si no me satisface que lo abandone. Él sabe que me gusta correr y que es mi pasión…pero aún así…los hombres…su mirada de desprecio…a veces no lo soporto.

Desde pequeña y con mi abuelo mirándome, empecé a andar. Mis pies no entendían de límites, ciegos caminando, me hacían mantenerme en pie, y mi abuelo sonriendo. Gracias a él camino y me apasiona que mis pies salgan de sus límites, que se funda mi cuerpo y mi alma en aire, puro sentirme fluir, desvaneciéndose las barreras cuando mis pies silban infinito…Ese infinito que bordea mi cuerpo es la sensación que hace vibrar cada músculo de mi piel. Me hace feliz, es una sensación de paz conmigo misma.

Han pasado unas horas. He recorrido la polis[2] buscando silencio y he encontrado voces de sabiduría: Mis días de estar bajo ruinas atenienses tal vez lleguen a su fin…tal vez…sí…mi tío y mi abuelo estarán orgullosos de mí, si me decido a llevar a cabo mi pasión. Seré feliz porque mis pies quisieron caminar hacia ahí, mi felicidad, voy a seguirles el paso.

Las ruinas se hacen fragmentos…no cedo mientras se caen, me quedo a un lado mirando, mi interior es eso, pero no siempre lo será. He sido testigo de cómo me derrumbaba, cómo perdía mi rumbo, sin tener la certeza de seguir. Hoy, nuevos papiros se escriben sobre esta ventana, con el trayecto de una flecha, mi flecha.

19 de agosto, 410 a.C

Karila

CAPÍTULO 2 Entrenamientos otoñales

Querido Papiro:

Han caído las primeras hojas, de color ocre y mustio. Es un día otoñal. Mis pies se han despertado con ganas de empezar el entrenamiento. He mirado la pulsera que me dio mi abuelo, he sonreído y he vuelto a darle vueltas a la profecía del Oráculo (“El mayor dios es aquel que se sacrifica en forjar su destino”). He salido de mi oikos[3], caminando hacia un terreno, los bosques de Nittera. Ahí, con mis pies entumecidos del frío todavía, me he puesto a calentar y a ver cada hoja que está danzando en el aire hasta que se deciden caer cerca de mi sombra. Me siento bien entre estos árboles, viva.

Hace tiempo que no entrenaba,  y juro por Zeus que tenía ansias de recomenzar a este estilo de vida. Me han vuelto a mirar los hombres mientras me alejaba de la polis. No me ha importado demasiado, me he propuesto salirme de sus ojos y centrarme en mi propia mirada del mundo. Durante el entrenamiento, he sufrido por culpa del azar una torcedura de hueso en el pie. Maldigo al destino. No me deja que camine mi pie con normalidad. Tal vez no tenga que entrenar más y sea un aviso para que corrija la dirección de mi flecha…no estoy segura…lo parece…los dioses avecinan mi destino, y tal vez no esté en el deporte. Quizás mi disparo no haya sido el más certero.

Haré mis oraciones esta noche. Voy a aguardar que los dioses pongan su mano sobre mi cuerpo y lo fortalezcan.

Me toca reposar durante varios días, deseo con toda mi alma que mi cuerpo esté listo lo antes posible. Veo a través de la ventana el baile otoñal que hace girar mis pensamientos en torno a los Juegos Olímpicos: ¿Seré capaz de estar a la altura? ¿Estaré lo suficientemente preparada para batirme en victoria? Y una que va más allá de estas semanas: ¿Podré entrar en la línea de grandes héroes, siendo la primera heroína griega?

20 de agosto, 410 a.C

Karila

Querido Papiro:

Ya han recorrido dos semanas del calendario. Sobre ellas he cabalgado, entrenando cuando despunta el alba en el borde de mi ventana. He concentrado todas mis fuerzas en levantarme de la cama aunque sufriera molestias en el pie. Al principio era una sensación de ahogarme en mis gritos. Ahora, ya se va recuperando, noto tu aura, sé que me estás protegiendo, abuelo. Gracias, por no abandonarme desde el Hades.

Te confieso que hacer del entrenamiento una rutina ha sido asfixiante. Poner mi alma oxidada sobre terreno otra vez,  levantándome a la misma hora, desayunar y marchar, con la pasión en el cuerpo como causa de mi caminar. Mi cabello se seca al aire otoñal, me miro cada día, sigo teniendo ese matiz rubio estival, dorado final que cierra la nostalgia de mi pasado.  He reflexionado sobre la profecía y sigo ciega a su significado. Tal vez se haya equivocado, y su mensaje esté destinado a otra persona, o tal vez me precipitara en el tiempo. Aun así, me ha recorrido una chispa de placer cada día que mis pies han andado sobre hojas, mientras crujían, sabía que estaba viva y que me esperaba un paseo de ese mismo sonido más allá, en el horizonte del bosque de Nittera.

Siendo sincera, me encuentro nerviosa y excitada. No he terminado de asimilar que voy a participar en los Juegos Olímpicos y que siendo mujer, tengo menos expectativas de que me concedan una oportunidad de mostrar mi potencial. Me he esforzado en creer que tendré reservado un rincón desde el que poder saludar a mi destino, sea cual sea, siempre que mis pies estén en ellos.

El otoño sigue recorriendo las paredes de mi cuarto, de mi Atenas y de mi misma. Me siento eufórica, quiero saltar y alcanzar el Olimpo en un salto pero sé que es imposible. La flecha la disparé hace unos días, tal vez pasen días, meses, años…No estoy segura cuándo pero intuyo que acertará. Tengo esa esperanza que hace de mis días, una cortina de ilusiones, que, una vez abierta, aparecerán mis sueños cumplidos.

Voy a recogerme el pelo, quiero que se concentre la nostalgia y que el final dorado brille en la superficie para los Juegos Olímpicos. Pronto nos veremos de nuevo.

3 de septiembre, 410 a.C

Karila

CAPÍTULO 4 El Destino de las Olimpiadas

El gran día ha arreciado con fuerza. El alba me ha dado el sonido que va a relucir durante las horas.  He madrugado, porque de Atenas a Olimpia, el viaje es agotador. Me ha acompañado mi tío, y tú, abuelo, en forma de abrazo, pulsera dorada que marca mi alma. Hemos partido, y mis pies ya se sentían vibrando. Quiero oler el terreno que voy a pisar, deslizar mis manos, rozarlo, y cerrar los ojos. Pensar que por fin estoy aquí, tras tanto tiempo entrenando bajo el mecer de los árboles.

Tras haber trazado una larga caminata, ya hemos estado en la zona de inscripción, y ha costado que accedieran a dejarme, por ser una mujer.
Mi tío les ha hecho entrar en razón argumentando que una mujer es igual de persona que un hombre, y que, teniendo la preparación técnica, está capacitada para realizar la carrera. Su ayuda ha sido vital para poder competir. Ahora, ya estoy esperando a que me nombren para mi prueba. Mientras, me toca esperar y me impaciento…pero puedo escuchar, la flecha disparada llegando a su destino: Las Olimpiadas.

Caminan lentas las horas, y me siento mirando una fuente. Dejo que mis pensamientos vacíen mi impaciencia…recuerdo a mi abuelo, cómo me miraba, cómo me llevaba en sus hombros…su mirada de satisfacción al ver a su pequeña Karila alegre, sin temor a caerse porque iba a estar él ahí siempre…lloro…me siento impotente…me queda largo camino hasta que nuestras almas se crucen de nuevo…respiro…te echo de menos, abuelo.

El tiempo se ha suspendido en el aire, he dejado a mi mente viajar, ahora, llega un sonido a mi oído: “Karilatu turno”. Me preparo. Me pongo el moño arreglado, que mi rubio final sea mi amuleto y se entrelace a la pulsera, quiero verme dando lo mejor. ¿Estáis ahí, pies? Murmuradme, quiero escuchar vuestro sonido agitando mi corazón, «estamos listos»… La flecha ha llegado a su destino….

10 de septiembre, 410 a.C

CAPÍTULO 5 Las Olimpiadas del Destino

Querido Papiro:

Ha pasado mucho desde que te escribiera la última vez. Me encuentro ante nuevos retos y no sé cómo enfrentarme a ellos, a  veces, pido consejo al silencio; otras, a las sabias palabras de mis antecesores, a mis amigos más cercanos y por último, a ti. Sigo luchando, y me siento feliz de estar logrando metas.

Mi papiro es mi mayor confidente, al él le debo que aguante algunos pesares y que me levante en mis desánimos.

Estuve sin rumbo, pero prefiero estar en la tierra, viviendo cada espacio de experiencias que me propuse, apasionadamente. Tener, mis sueños cumplidos.

Cierro el diario definitivamente. Entre las hojas, hay una, doblada y arrugada con un dibujo. Me emociona cada vez que leo la inscripción de abajo:

«En honor a Karila, campeona de los Juegos Olímpicos en el s.V a.C. Primera heroína griega, flecha viva del sacrificio. Escuchad el silbido del aire, que el oído escuche el eco de su disparo y su recorrido»

10 de junio 2016 d.C

Alex

 


[1]
Plaza de reunión griega

[2]
Antiguas ciudades de carácter político que aglutinaban a personas en un mismo
territorio

[3]
Casa tradicional griega




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