ME PREGUNTABA SI …
Una ensortijada cabellera, como de amable gorgona, se abrió paso ante aquel grupo de viajeros de corta distancia y titulares amarillos de periódicos gratuitos. Caballeros sin montura y escuderos en ciernes se alzaron prestos a ofrecer su asiento a aquella dama de albornoz y ojos celestes recién llegada de los mares impares. Desparejados … desconocidos.
Ausente aún de lo inmediato y rectangular de aquel vagón, recordaba el tiempo detenido de la mar abierta donde habitan náufrago, galerna y espuma en soledad compartida; Las estériles pero elegantes pláticas con los monstruos marinos sobre la redondez del planeta allá en los límites del océano; aquel sol nacido de las aguas que enmudeció a sirenas y tritones el octavo día; la plenitud del salitre que ponía en sus labios amagos de besos no correspondidos.
Aquel revisor, cuyo traje azúl marino oscurecía en altitud y latitud a cada requerimiento del billete, la invitó a bajar en la siguiente estación. Dos agentes que nunca supieron del mar la llevaron en su vehículo de cuatro ruedas a la comisaría más cercana. Al llegar a puerto atracaron con fé de argonauta milenario. Echando el ancla se solazaron pensando en esas pintas de ron casi colmadas que les aguardaban en la taberna de Jack “el soñador “. En el retén de policía se hallaba un pulcro y recién afeitado oficial. Ubaldo era su nombre. Setenta solsticios y treinta y cinco inviernos recién cumplidos.
—Enséñeme su documentación si es tan amable.
—… La he perdido. Sólo tengo arena de las Barbados en mis bolsillos. La arena más blanca y fina conocida.
—… En ese caso, dígame su nombre.
— … Me lamo Verdemar, y me gusta tanto vivir tan cerca de “él” !
—Yo me llamo Ubaldo … tengo un modesto barco con el que me hago a la
mar en mis dias libres … si el tiempo acompaña. …. Me
preguntaba si …
—Me encantaría
